Deberían arrodillarse

Se celebra desde el domingo en Alicante el Congreso de la Empresa Familiar. Allí se ha producido la imagen que, dicen, querían evitar tanto los organizadores como la Casa Real: al recién estrenado en el cargo Felipe VI estrechando la mano de la doblemente imputada alcaldesa de la ciudad, Sonia Castedo.

La imagen me produce la natural repugnancia de ver, entre quienes se juegan su dinero, a aquellos que supuestamente trapichean con el capital que no les corresponde. Pero además me suscita una reflexión añadida, que expresada sin pelos en la lengua sería la siguiente: ¿qué narices pintan los cargos electos y las instituciones en las asambleas, foros, reuniones o congresos de los agentes sociales? En encuentros empresariales como este, pero ya dicho sea de paso, en los sindicales, en los de consumidores o en los de las organizaciones no gubernamentales.

La presencia de los personajes de relumbrón en actos privados tiene un componente casi litúrgico. A casi todo el mundo le falta el tiempo para presentar sus respetos a alcaldes, presidentes, mandatarios y gente de similar pelaje. Y casi nadie recuerda que son, muy por encima de todas las cosas, servidores públicos. Habrían de ser ellos quienes se arrodillaran y besaran la mano de quienes emprenden sin salvavidas, de quienes tienen la titánica tarea de rascar fondos para quienes nunca salen en las noticias o incluso de quienes han hecho de la paz social la razón de ser de su existencia.

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