Del bipartidismo Rajoy-Zapatero al bipartidismo Rajoy-Iglesias

Permitánme confesarles que tras lo ocurrido ayer en Moncloa servidora haya recuperado la confianza en nuestros políticos, al menos en algunos. El par de arrestos que ha demostrado el Presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, ha sido un magistral golpe de efecto que demuestra que todavía quedan personas con sentido de Estado en este país.

Declinar, tras agradecer -valor que, por cierto, parece haber sido olvidado por muchos- ser investido Presidente del Gobierno de la XI Legislatura, podría pasar a los libros de historia como la ejemplar estrategia que evitó que este país, España, cayera en manos de un falso Ejecutivo del progreso, el encabezado por el títere Sánchez y mangoneado por el sagaz y pérfido Iglesias. Al rey lo que es del rey…

Rajoy comparecía con semblante tranquilo, casi triunfal, el del gran estratega que conoce el talón de Aquiles de su enemigo… A la espera del momento oportuno para dar el golpe de gracia y hacerse con la victoria. No hacían falta palabras. Mariano Rajoy, que hasta parece haber perdido el miedo a los medios de comunicación, subía al atril de la sala de prensa de Moncloa para dar un mensaje, «soy el Presidente del Gobierno de España, mi país vaya por delante». Al rey lo que es del rey…

El escenario tampoco era casual. Mientras que el resto de líderes de formaciones políticas enunciaban sus arengas al calor de los muros de la Cámara Baja, Mariano Rajoy, pronunciaba su discurso desde la Presidencia del Gobierno, haciendo gala de quién es y cuál es su posición. Tampoco es coincidencia que estuviera arropado por Maria Dolores de Cospedal, baronesa con la que, dicen, ha tenido más que palabras.

Hasta ahí la evidencia de un lenguaje no verbal que daba paso a palabras que muchos confundieron con un tirar la toalla. Todo lo contrario. La decisión de continuar luchando por ser el respaldo de la mayoría en lo que sería una gran coalición tripartita es el mejor camino para repetir juramento como Presidente de todos los españoles y devolver la ilusión y la economía a los ciudadanos.

La lectura va más allá de lo escenificado. Si hace unas semanas de mi puño y letra, hablaba del pacto de la utopía, tras lo acontencido ayer tarde, rectifico y aproximo más el término a la ‘abstención de la utopía’. Rajoy podría ser investido Presidente del Gobierno con el ‘sí’ de quienes nacieron con el fin de «cargarse» al Partido Popular, cuya volatilidad y cambio de chaqueta queda representada por un color no primario, el naranja. A la suma se añadirían los nacionalistas vascos, navarros y algún que otro catalán. En la radicalidad de lo opuesto el ‘no’ de Sánchez con el consecuente suicidio socialista. Queda, por último, el limbo del voto en blanco, ocupado por Pablo Iglesias, que no tanto por sus acólitos. En definitiva Rajoy sería presidente por una abstención que ya se encargaría Iglesias de vender como ‘gracias’.

Y para quienes repliquen que han dicho por activa y pasiva «no al continuismo y a las sonrisas del destino», la negativa apunta directa al pacto, acuerdo o apretón de manos, no al oportunismo de la abstención. Cosa bien distinta.

Es mas, según se cuenta en los mentideros de entre lo terreno y los asuntos de Gobierno, las últimas informaciones acerca de la fiscalidad de Pablo Iglesias y que han trascendido «lo justo» provendrían del seno de Moncloa, siendo las filtraciones del tirón de orejas la respuesta del Presidente en funciones al observar que el entente cordial -que habrían tratado hace alguna que otra semana y en alguna que otra reunión- viraba hacia el Gobierno de progreso con vice – presidente en la luz que da la sombra y ministros con cartera económica.

De hecho, si volvemos al ámbito de ademanes y tiramos de lo que ocurrió tanto en el debate a cuatro como de algunos gestos que se produjeron en la Sesión Constitutiva del Congreso de los Diputados la pasada semana, pese a la mirada de «hasta donde hemos llegado» de Rajoy al ver a Alberto Rodríguez -más conocido como el diputado de las rastas-, mal, lo que se dice mal, Soraya e Iglesias no se llevan.

De nuevo permítanme que vaya más allá y que pese a lo descabellado, a priori, de la idea, insista en que ubicar en el purgatorio del voto en blanco a los de Iglesias para investir a Rajoy sería lo que más convendría a este país. Y no pensemos en lo fácil de los votantes, que para recuperarlos ya hay cuatro años de progresión y crecimiento económico, de diálogo y sobre todo de cambio. Reitero que en materia de dinero y economía, las propuestas de Podemos son meros desarrollos de las puestas en marcha por el Partido Popular, y en lo social las aportaciones de la formación morada vienen del pisar tierra y conocer qué pasa en la calle.

Además, Iglesias y especialmente su número dos Iñigo Errejón, de listos, son conscientes de que ganan más como segunda fuerza política y desde la oposición que al frente del Gobierno de un país que se mueve en el seno de la democracia de Europa. Necesitan experiencia.

Respecto a su electorado de alienado escucharía absorto las justificaciones del que se vende como ‘mesías’. Quizá la máxima a emplear estaría en línea de la que poco después de comparecer Rajoy, aparecía en la cuenta de twitter del propio Pablo Iglesias «hemos hecho una propuesta de gobierno seria y Rajoy ha dado un paso atrás. El cambio es posible. Espero que el PSOE esté a la altura». Sentencia dura y reveladora donde las haya con mensaje hacia aquel al que ya tachó de «no pintar nada».

Mientras el Sánchez, Luena y compañía respondían desde la rabia y el rencor de saber que les han dado dónde más les duele, de estar acorralados. Abnegados a la rendición. Sánchez, no ha hablado, sólo se ha limitado a retwittear al partido. Mensajes como «Rajoy parece haber dimitido de la responsabilidad de un presidente en funciones. Si no afronta su investidura debería irse», demuestran la poca elegancia y el mal saber perder al que lleva el endiosamiento, del que además hacía gala esta mañana ante la pregunta de una compañera. Ni nombrarlo merece la pena.

Un ‘mas a mas’ que demuestra que, Pedro ‘el joven’ es historia, un mal sueño, y que del bipartidismo Rajoy – Zapatero nuestro país, España, ha pasado al bipartidismo Rajoy – Iglesias.

Ahora bien, todavía queda un escollo en este Volavérunt político que les he relatado. Y es que la incertidumbre reside en la soberbia, incompetencia e infantilismo del títere Sánchez, que por calentar el sillón de la Moncloa es capaz de traicionar a barones y grandes del socialismo, entre ellos al mismísimo Felipe González, que al igual que ayer demostró ser Mariano Rajoy, es un hombre de Estado.