Grecia vs Europa, un matrimonio a la deriva o crónica de un divorcio anunciado

Todo es cuestión de confianza… Como en un matrimonio. Europa ya no se cree a Grecia, sus mentiras, primero, y sus filtreos arriesgados con las gélidas estepas rusas, después, pasando por el coqueteo de recuperar el cariño del dracma han puesto una soga en el estómago de aquella, que ciega del amor interesado que alimenta la geopolítica le ha dado más de dos y de tres oportunidades.

Pero la diosa, a la que Zeus llevó en sus lomos a Creta, ya no confía. Harta de promesas Europa quiere hechos y no palabras… Es la crónica de un divorcio anunciado… A estas  horas de la noche no hay acuerdo. Sólo un papel mojado, lleno de reproches, en el que la quita deja paso a la reestructuración de una deuda imposible. Grecia tiene tres días para demostrar que ha cambiado, que ha hecho acto de contrición y pondrá en marcha la austeridad negada por el pueblo hace una semana.

Un pueblo que necesitará más de 80.000 millones de euros para poder respirar… Un pueblo que una vez más ha sido engañado por lo absurdo de un populismo que se vale de palabras, aquellas que todos quieren escuchar y que no tienen ni fondo ni forma en que sustentarse… Un pueblo que padece la carestía de un corralito que se antoja largo y doloroso porque la banca griega, dicen los expertos, ya está en quiebra.

Mientras De Guindos y Dijsselbloem -que, por causalidad o destino, mañana se juegan la presidencia del Eurogrupo- escuchan cómo su colega alemán Schäuble, propone ejercer de guardián de un fondo fiduiciario que toca un orgullo convertido en soberbia, los helenos se manifiestan abatidos bajo la sombra de un rumor que reza lo que ya todos saben «no confían en nosotros».

Mis malos pensamientos me llevan a aproximarme a lo inverosímil de una realidad que de tan ficción se ha convertido en tragedia. Y es que quizá las idas y venidas de los Tsipras, Varoufakis y Tsakalotos sean tan sólo la historia de un ‘postureo’ que subestima la inteligencia de aquellos que ávidos de cambio creyeron en el despotismo ilustrado de ese joven bien parecido que susurraba cuentos de hadas. Todo un galán ayer y Primer Ministro hoy que aprendió que para no acabar con la cabeza en la guillotina, el «todo para el pueblo» ha de servirse de él, aunque sea mediante un referéndum vacío de sentido, sensibilidad y empatía.

La tragedia es tal que, haciendo mías las palabras de un amigo Grecia «emprende un viaje a ninguna parte, como Ulises en la búsqueda de Ítaca»… El problema es que Penélope ya no espera y no desteje cada noche lo que tejió por la mañana.

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