“La última crisis alimentaria mundial es un problema genuino de oferta”

Gayle Allard, economista del IE Business School, destaca que, en el caso del maíz, los condicionantes llegan también por el lado de la demanda. “En Estados Unidos, la búsqueda de mayor autonomía energética ha llevado a producir energías alternativas que utilizan el maíz. Eso ha contribuido a una subida del precio de esta materia prima a nivel mundial”, explica. Por otro lado, el desarrollo de las clases medias en los emergentes conlleva un cambio de los hábitos alimenticios de esas personas, reflejado, principalmente, en un paso de dietas vegetarianas a carnívoras. Eso, a su vez, ha generado un alza en la demanda de los cereales. De cualquier modo, Allard sostiene que, a diferencia de otras crisis, ésta es “un problema genuino de oferta” condicionado fuertemente por las malas condiciones climatológicas.

Estanflación, un posible efecto económico a corto plazo

Entre los peligros que puede generar una subida de precios de los alimentos en un entorno tan delicado como el actual, la economista del IE Business School destaca uno especialmente: la estanflación. “La economía está débil, en período de recesión. Lo normal es que con esa situación bajaran los precios. Que elementos relacionados con la oferta empujen los precios al alza no es precisamente una buena noticia en momentos como éste”, advierte. El escenario, añade Allard, se recrudece en el caso de los países con menores recursos económicos, pues las subidas de precios de los alimentos repercuten especialmente en aquellas sociedades que apenas pueden costearse la nutrición más básica. “Es una cuestión de proporcionalidad. En los países ricos, los alimentos solo suponen el 11% de la cesta del IPC. En las naciones en desarrollo la proporción es mucho mayor, puede llegar incluso al 50%. Se deja notar mucho más”, sentencia.