De nuevo el deporte se mancha de sangre

 

La explosión de las dos bombas colocadas en la línea de meta de la marathon más antigua del mundo, la de Boston, ha sido el último de los atentados perpetrados durante el desarrollo de un acto deportivo, pero por desgracia no ha sido el único. Para remontarnos al primero, debemos situarnos en una cita olímpica. Múnich '72 pasó a la historia como la olimpiada más triste que se recuerda. El grupo terrorista “Septiembre Negro” irrumpió en la Villa y asesinó a dos miembros del comité israelí, en un acto en el que secuestró a nueve personas, que morirían dos días más tarde. En las Olimpiadas de Atlanta 96, moría una mujer y más de 100 personas resultaban heridas por la explosión de un artefacto colocado en el Parque Centenario de la ciudad estadounidense.

 

Pero nuestro país también ha sufrido un acto terrorista durante la celebración de un evento deportivo. En mayo del año 2002, horas antes de que comenzase el encuentro entre Real Madrid y FC Barcelona, estallaba un coche bomba situado en los alrededores del estadio Santiago Bernabéu. Por suerte, en aquella ocasión tan solo hubo 17 heridos y daños materiales. Ocho años más tarde, de nuevo el fútbol vio como se convertía en objetivo del terrorismo. El autobús del combinado nacional de Togo se trasladaba a Angola para disputar la Copa de África, pero fue asaltado por un grupo de rebeldes que ametralló el vehículo. Varios jugadores resultaron heridos y fallecieron dos integrantes de la selección.