Banco malo sí, banco malo no

 

Pues miren que a este Arquero le da pereza caer en refranes y frases hechas. Pero el despiporre es tal que es para retomar aquel clásico de “pero aquí a qué estamos, ¿a setas o a rolex?”. En este bosque de Sherwood desde el que escribo, rolex se ven pocos, salvo los frutos de algún asalto a alguna diligencia. Sin embargo, setas sí que se ven. Y se recolectan. Y quien más quien menos, prefiere al final un plato de las mejores setas cuando el apetito se presenta, antes que un reloj que le marque la hora de comer, por muy rolex que sea.

Viene lo anterior a cuento de la margarita deshojada del banco malo sí, banco malo no. Que ya saben ustedes tan bien como yo que al final va a ser que banco malo sí, por mucho que se hayan empeñado en defender lo contrario y haber puesto en ello hasta la honrilla. Honrilla, la de mandarín político, que de un tiempo a esta parte vale menos que un cuarto de kilo de setas en cualquier supermercado de barrio, o que un rolex chino en el top manta tecnológico.

 

Lo malo del banco malo, valga la redundancia, no es el banco en sí mismo. Si no la cantidad de dinero público que se nos está yendo en reuniones a escondidas entre directores de la cosa pública y gerentes de la privada. Y en saber, aunque se nos oculte, que esos mismos gerentes lo son de cosas que están implicadas, y en primer grado, en la catástrofe que nos acecha. Gente, qué cosas, más de rolex que de setas.

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