Chocolate, edelweiss, queso y capitales

Suiza es un país envidiable por muchas cuestiones. Unas infraestructuras de quitarse el sombrero, una educación ciudadana que llega a que por más que se empeñe usted no verá una colilla o un papel tirados en el suelo, un funcionamiento institucional aparentemente impecable. Junto a ello, también puede presumir de poseer un atractivo enorme para salvaguardar capitales de dudosa honra o procedencia y, desde ayer también, puede sacar pecho por el triunfo a ultranza de la doctrina neoliberal. A saber: o comes, o te comen.

Suiza ha dicho no por una aplastante mayoría del 65% a una propuesta que han considerado trasnochada, la puesta en marcha por el socialismo helvético y algunos socios ecologistas y de izquierdas, para limitar los salarios máximos dentro de las empresas. Trasnochada porque con ellos no va este cuento: tienen empleo a tutiplén, rescatan a un banco en un abrir y cerrar de ojos y sin dolor, y viven en la tierra del chocolate, el edelweiss, las cuentas secretas, el queso y alguna felicidad fatua añadida. No va con ellos. De momento, como pensaron todos los que alguna vez cayeron.