¿Excesivo ajuste fiscal?

Esto significa, tal como he escrito en varias ocasiones, que el gobierno está haciendo bien en recortar gastos para devolver el equilibrio al presupuesto, pero que dichos recortes ocasionan un decrecimiento económico y un incremento del desempleo, que hará que se recaude menos, que el desequilibrio presupuestario se perpetúe, se deban realizar nuevos recortes… en una espiral viciosa sin fin.

Se trata de buscar un eslabón donde cortar esa espiral que nos hunde en una crisis con más del 23% de la población en situación de desempleo. Y ese eslabón no es el de incrementar el gasto público como indican los sindicatos y algunos partidos políticos, sino en establecer medidas legislativas que incentiven la economía.

Los recortes son absolutamente necesarios, pero echamos en falta, y de ahí vienen las preocupaciones del FMI, políticas expansivas que fomenten la recuperación económica, con ello el empleo, la recaudación… y retornar a una espiral “virtuosa”.

Las pocas medidas que el gobierno ha adoptado hasta ahora (reforma del mercado de trabajo –que sólo allana el terreno para la contratación cuando la recuperación llegue, pero que no la genera en sí misma–, algunas bonificaciones en la Seguridad Social, de escasa o nula repercusión, a nuevos trabajadores en determinados tramos de edad,… son medidas de muy poco calado que prácticamente ni han tenido repercusión en la opinión pública.

La prima de riesgo no escala porque el gobierno no esté haciendo bien los deberes en los recortes, sino porque los mercados ven que no hay medidas relevantes que ayuden a la recuperación de la economía. Y ahí es donde viene en realidad la preocupación del FMI cuando dice que tal vez nuestro gobierno se haya pasado con los ajustes fiscales.

Titulares nacionales y extranjeros como “el 90% de los españoles está muy preocupado por la situación económica”, “17 aeropuertos deben cerrarse por escasez de pasajeros”, “el gobierno podría intervenir varias comunidades en mayo”, “toda Europa está preocupada por la situación española”, u otros por el estilo, demuestran la grave situación por la que atraviesa España. Los recortes son positivos para intentar equilibrar nuestro presupuesto, pero nadie entiende que haya recortes en educación –en cuyo campo de cultivo se encuentra nuestro futuro económico– y, sin embargo, sólo se haya clausurado en todo este tiempo una sola televisión pública, la balear, sabiendo que todas ellas son deficitarias y de escasa utilidad pública.

Delegaciones autonómicas en el extranjero –mal llamadas “embajadas”–, más de diez oficinas de defensores del pueblo, un Senado sin funciones reales desde hace treinta años, más coches oficiales que en Estados Unidos, prebendas de todo tipo a nuestros políticos… retratan un sistema político-económico que se fundó en la transición, empezó a crecer a base de perpetuar una crisis económica durante los años 80, sustentado en varias devaluaciones, con la consiguiente inflación de dos dígitos, y un crecimiento sin control durante la primera década de este siglo que nos ha llevado a una estructura administrativa estatal insostenible.

La presidenta de Madrid recientemente indicaba que hay que replantear el modelo autonómico devolviendo competencias a la administración central. Rápidamente fue contestada por el presidente del gobierno argumentando que el modelo actual está consagrado en la Constitución. ¡Como si no la hubieran cambiado hace apenas unos meses para contener nuestra prima de riesgo! Es curioso ver cómo todos los políticos, independientemente de a qué partido pertenezcan, son favorables al Estado autonómico. Las prebendas cosechadas durante todos estos años son muy fuertes.

Toda esta situación pone de relieve que España no sólo tiene un problema económico de envergadura, sino un problema político de gran calado al que no nos queda otro remedio que dar solución.