Como Goebbels, pero a lo torpe

No les acuso de nazis, que algunas medallas se las cuelgan ellos solos, sino de agitadores y propagandistas, que es el título que más les cuesta reconocer y sin embargo el que les justifica la mayor parte de la peonada a fin de mes. En su descargo, decir que no son los únicos en el mundo. Aunque sí los más torpes.

Es por esa torpeza que les he pillado el juego. Fíjense con el asunto chipriota y la posibilidad del contagio. Han pasado en unos días de decir que no y bajo ningún concepto, a que podría existir la posibilidad remota de que pasara. Y si miro hacia atrás, me doy cuenta de que así ha sido más o menos con todo, desde los impuestos hasta las barcenadas. Primero no, luego podría, luego quizá, después es posible, más adelante a lo mejor, y por último sí, qué remedio.

Puedo equivocarme, que para eso soy humano y no semidiós y elegido por la Historia para llevar las riendas de una nación. Que así son nuestros Goebbelitos, que al poco de tocar poder olvidan que se deben a las urnas, y no a quien financia las perversiones democráticas. Porque, para remate, eso del contagio chipriota no merece otro nombre que el de perversión: es como contagiarse de SIDA, o de un resfriado, por tener pensamientos impuros aunque no se cometa el acto de yacer. Ustedes me entienden.