¿Por qué hablamos de “recesión” cuando queremos decir “depresión”?

 

Aunque de vez en cuando he pensado en este asunto, en realidad la voz que me dio la alarma fue un artículo de Krugman a mediados de Abril en The New York Times –Europe’s Economic Suicide–, hablando de lo contraproducentes de las medidas que se están adoptando en Europa. Un artículo previo, o al mismo tiempo, que el lanzamiento de su nuevo libro con el sugerente título de “End This Depression Now!”

 

Aunque normalmente no hay un consenso establecido en la doctrina en cuanto a la definición exacta del término “depresión económica”, se acepta que ésta debe tener las siguientes características genéricas:

 

  1. Un declive importante del PIB.

  2. Decremento de la inversión.

  3. Reducción importante del consumo.

  4. Altas tasas de desempleo.

  5. Abundantes quiebras empresariales.

  6. Disminución importante del crédito.

  7. En economías con moneda propia, alta volatilidad de los tipos de cambio.

  8. También en economías con moneda propia, existencia de deflación o de hiperinflación, o períodos en los que ambos se turnan.

 

Se puede apreciar que, para el caso de España, cumplimos todos y cada uno de los puntos referidos a países con moneda compartida, excepto el de “un declive importante del PIB”, tal vez compensado con sufrir una tasa de desempleo del 24,44% (EPA marzo 2012), con tendencia a superar el 25% según estimaciones del Gobierno (recordar que el desempleo juvenil está por encima del 50%). No podemos olvidar que EE.UU. en su peor momento de La Gran Depresión, tuvo un desempleo del 25%, y la llamaron “Gran Depresión”.

 

Como se ve, se trata de idea generales sin un consenso en cuantías o porcentajes exactos. En realidad, se trata de una cuestión más política que vinculada a la ciencia económica. Los responsables de gobierno y de instituciones económicas internacionales jamás se pondrán de acuerdo en esta cuestión. Al fin y al cabo, tener una depresión o una recesión es más una cuestión psicológica que un fenómeno económico que tenga alguna utilidad científica. Sin embargo, sí la tiene desde un punto de vista político: la de reconocer abiertamente que la economía se encuentra en una situación de grave riesgo con serias penurias para su población, con probabilidades de disturbios o cambios sociales radicales de casi cualquier tipo (léase “primavera árabe”, por ejemplo).

 

Considero que el equilibrio presupuestario y la consolidación fiscal, a diferencia de la opinión de Krugman, son absolutamente necesarios. He repetido hasta la saciedad en diversas publicaciones que un crecimiento de la economía sin fin, al igual que un endeudamiento infinito, son, por pura lógica, imposibles. Ya veremos cómo resuelven los norteamericanos en un futuro no demasiado lejos, el problema de su enorme deuda pública.

 

Son muchos los que comparan la “escueta” recuperación de EE.UU. con la preocupante recesión de Europa queriendo poner de manifiesto las distintas políticas que se han llevado a la práctica en uno y otro lado del Atlántico: una política fiscal expansiva basada en un endeudamiento creciente, frente a una política fiscal contractiva, basada en la consolidación fiscal.

 

Debemos reconocer, por otro lado, que una consolidación fiscal “per se” lógicamente conlleva una contracción de la actividad económica, que es justo la situación que estamos viviendo en estos momentos.

Lo que no tiene sentido es que los gobiernos europeos en general lleven a cabo esta política sin contrapartidas expansivas; y no me estoy refiriendo, lógicamente, al incremento del gasto público, sino a medidas legislativas, que para el caso concreto de España resumiría de estos dos bloques:

 

  1. Medidas que coadyuven al desarrollo económico: desde reducciones en los costes de las empresas, incentivos fiscales, liberalización de la actividad, desburocratización de la administración y trámites, reducción y simplificación de los distintos niveles políticos y administrativos del Estado,…

  2. Políticas de orientación de la economía hacia determinados sectores olvidados (y hasta denostados), como la agricultura de alto rendimiento, producción de biocombustibles, generación de energías limpias, especialmente eólica y solar, producción piscícola (estamos rodeados de mar por todas partes), y un largo etcétera. Sobra decir que España tiene un alto potencial en todos estos sectores, pero sin embargo no tenemos una política orientada a su desarrollo. No exagero si digo que España puede ser un exportador neto de energía y constituirse como una de las grandes potencias mundiales en este sector.

 

Por último, resolver el complejo problema de nuestro sistema financiero es imprescindible para salir del atolladero en el que nos encontramos. A pesar de eso, estoy totalmente en contra de utilizar recursos de los contribuyentes en solucionar esos graves problemas de bancos que son, evidentemente, privados. La función básica de la política debe ser permitir que la economía fluya libremente, y también lo hace cuando deja caer a una empresa ineficiente. ¿A que no se utilizó dinero del contribuyente para salvar a miles de PYMES que ha contribuido a tener una tasa de desempleo que roza el 25%?

 

Después de pensar un buen rato en la cuestión de si realmente estamos en “depresión”, ¿a que parece increíble la expresión “crecimiento desacelerado de la economía”?