De huelgas generales y sindicatos horizontales

Tras un fin de semana de pancartas empezamos el descuento a lo Gran Hermano para la convocatoria de huelga general. Era una sorpresa casi anunciada a voces de la que llegaba confirmación oficial el viernes y con la reforma laboral como causa y consecuencia. Los sindicatos piden la retirada del texto y amenazan al Gobierno con que todavía tiene tiempo, 10 días ni más ni menos, como en los rescates de las peliculas de sobremesa si no quiere alterar la llamada paz social. Los sindicatos ni siquera esperan a ver si durante la tramitacion parlamentaria como proyecto de ley se introducen enmiendas fruto del acuerdo entre patronal y ellos mismos o de algun grupo parlamenatrio próximo a sus ideales, cosa que sí hicieron durante la única huelga general convocada al anterior ejecutivo de Rodríguez Zapatero.  La reforma carece de estímulos para la contratación de más colectivos que el de los jóvenes, no propiciará una diminución del paro a corto plazo y tiene aspectos imposibles de apoyar desde la perspectiva del trabajador:  el abartamiento del despido, la rebaja de salarios y la enorme flexibilidad que se le concede al empresario. Dicho esto tal y como están las cosas en la economia española, los sindicatos tomarán la calle despues de que el Gobierno de Rajoy lleve 100 días en Moncloa, esos que normalmente se suelen conceder de tregua. Los sindicatos no dan margen para comprobar su efectividad, para ver si realmente frena en algo ese desempleo o para ver si los empresarios se animan a contratar. Los sindicatos tienen prisa, tienen mono de calle. Lo más triste es que los más de cinco millones de parados no sirvieron en su dia a CCOO y a UGT para enfundar las pancartas. Ahora una reforma  que busca combatir esa lacra es la razón para paralizar un país, tocado por la crisis.  Esta será la primera contestación a una norma pero nadie duda de que habrá más. Se les conoce, se les subvenciona y a la vista está lo que sus dirigentes transmiten. Una razón adicional para esas encuestas que sostienen que el 70% de la población no cree en ellos.