La peste europea

 

Cuando en el siglo XVI Michel de Nôtre-Dame, alias “Nostradamus”, se marcó como objetivo 'número uno' eliminar la septicemia para poner freno a la terrible peste negra que asolaba Europa en su época, no se imaginaba que su remedio se podría aplicar casi 500 años después para tratar de atajar una crisis económica, también en Europa.

Sin embargo, muchos meses después de que se desatara con total virulencia la crisis de deuda europea, la 'septicemia' sigue sin encontrar freno, y el contagio – con desafortunado final incluido – sigue cobrándose víctimas. La cuestión que muchos se formulan es: ¿mejor convertirse en  víctima para ser curado?.

Es evidente que tenemos diferentes ejemplos, si miramos hacia Grecia – primera infectada – la respuesta es un largo y tedioso proceso en el que se ha demostrado que la receta tarda mucho tiempo en hacer efecto; sin embargo a veces no todo es tan fácil como arrancar una tirita, y el vendaje tiene muchas capas.

Mayor recorrido le queda a España, que a penas ha comenzado a quitarse la venda, aunque las medidas necesarias que van a tomarse duelan tanto como arrancarse una tirita tras otra.

Un proceso demasiado lento, que se ha llevado – y se llevará – a muchos por el camino, y que se ha cobrado el ánimo de los que componemos los países periféricos, que no tenemos más remedio que bajar los brazos ante los nuevos y dolorosos recortes que se llevarán a cabo a cambio de los errores cometidos en el pasado.

Y en ese proceso de diagnostico avanza España, y en proceso de probar curas que curen la septicemia que provoca que la mancha se extienda cada vez más, avanzan unos líderes europeos fracturados y divididos, que a pesar de insistir en su “fuerte unión”, no dejan de darnos razones – cada día – para no dejar de mirarles con cierta desconfianza.