Estos dos hechos sociales son, entre otras cosas, expresiones de la necesidad que tenemos los descendientes del australopithecus de ser coherentes, a partir del momento en que el desarrollo evolutivo nos dotó de la consciencia. Es de resaltar que casi al mismo tiempo, desde dos ámbitos tan distantes como el mercado de opciones de Chicago y la neurología, se aborde el estudio y medición del miedo, una vez demostrado que los mecanismos cerebrales que regulan el miedo se han conservado casi intactos en los sucesivos niveles de la historia evolutiva. Y que, en consecuencia, el la distancia entre Zira y el Coronel Taylor eran tan corta, en cierto sentido, como nos demostraron Kim Hunter y Charlton Heston.
Es significativo lo mucho que el mundo de las finanzas les debe a lo largo de la historia a los profesionales del periodismo o de las ciencias sociales. Charles Dow, fue uno de los primeros ejemplos. De periodista de sociedad, pasó a especialista en el sector minero y posteriormente se convirtió en el editor de Wall Street Journal y uno de los creadores del Índice Dow Jones. A él le debemos desde el año 1900 el concepto análisis táctico o chartista, que es el estudio de los precios de las acciones en el mercado con el propósito de predecir las tendencias de los precios en el futuro.
Charles Henry Dow sentó tres premisas que perviven hasta nuestros días en los analistas técnicos de los mercados financieros:
- El precio de las acciones en el mercado incluye toda la información necesaria para tomar decisiones.
- Los precios se mueven por tendencias.
- La historia se repite.
Desde su aparición en 1900 el análisis grafico de los mercados de valores ha venido usándose ampliamente, aunque la Teoría de Dow ha estado estado huérfana de aportes teóricos en un mundo económico ampliamente dominado por las construcciones conceptuales en torno a las expectativas racionales.
A partir de la década de los noventa el estudio biológico del cerebro ha demostrado que más del 90% de la cognición es inconsciente y no controlada por el cerebro racional. El entendimiento del funcionamiento emocional del cerebro permite describir el proceso de comunicación como un proceso de reparación, en el que a cada reacción (inconsciente y más rápida) sigue una acción (consciente y más lenta). La secuencia grafica del proceso descrito tiene una enorme similitud con los gráficos bursátiles que reflejan el comportamiento de los mercados de valores, que se mueven, constantemente a través de dientes de sierra y en los cuales cada movimiento (alcista o bajista) va seguido de una corrección en sentido contrario. El movimiento de los índices y de las acciones dibuja una sucesión de picos y valles que reflejan el movimiento continuo de ida y vuelta de las cotizaciones, en lo que la jerga del mercado denomina, sobre ventas o sobre compras; es decir oscilación excesiva, que hay que corregir. Una definición igualmente adecuada para aplicarla a la comunicación humana, en la que el cerebro racional (mas lento) tiene como función la corrección continuada de los excesos del cerebro emocional (mas rápido).
La segunda de las premisas de Charles Dow, no nos debe de coger de sorpresa, cuando ya en 1897 Emile Durkheim demostró que el suicidio, lejos de ser algo individual y privado, era una conducta social más fácilmente predecible que la evolución de las cotizaciones bursátiles de cualquier acción o índice. Igual que los suicidas, los market makers tienen comportamientos medibles a lo largo de series temporales que obedecen a patrones reconocibles y de cuya observación se puede inducir el futuro.
La tercera de las reglas de Dow afirma que la historia se repite y que lo que las acciones hicieron en el pasado volverán a hacerlo en el futuro, y además la forma de predecir un comportamiento futuro es analizar el dibujo pasado de las acciones o índices a través de los gráficos (dibujos de series estadísticas). En su tercera norma el creador del Índice Dow Jones no hizo sino transcribir directamente a Cohélet el predicador; “Lo que fue, eso será. Lo que se hizo eso se hará”. Pero también aquí, los descubrimientos sobre las funciones biológicas del cerebro han venido a corroborar las correlaciones intuidas por el periodista metido a financiero. Parece fuera de toda duda, que el funcionamiento de la memoria es reconstructivo, y que vamos distorsionando nuestros recuerdos del pasado para hacerlos cada vez más coherentes con el presente, y en paralelo menos exactos.
La motivación del género humano parece preferir creer que estamos en lo cierto a estar realmente en lo cierto, de ahí la predisposición a asumir correlaciones ilusorias que nos ayuden a dar coherencia a los sucesivos corrales de comedias en los que nos corresponde actuar a lo largo de nuestra vida.
La volatilidad no es más que uno de los innumerables consensos sociales con los que intentamos racionalizar nuestra existencia de simios conscientes, en este caso concreto un indicador que referido a actos o hechos sociales señala la desviación respecto a un valor central, que es la mediocridad. Parece que el conservadurismo estructural de nuestra tribu biológica requiere que en cualquier grupo, la persona “modal” sea la más apreciada, y el “inconformista” sea el menos apreciado entre sus contemporáneos. Afortunadamente, entre los simios dotados de consciencia existen, no solo economistas, sino también historiadores y directores de cine para los cuales los individuos modales no son sino los extras de la película y los olvidados de la historia.