El político a lo suyo. El ciudadano, también

 

Debo reconocer que vivir en una democracia es maravilloso. El pueblo tiene la capacidad de elegir a sus representantes o, al menos, eso es lo que se supone. Al final asistimos a un bipartidismo, en el que las opciones más pequeñas tienen escasas posibilidades de salir adelante. Un hecho que me lleva a plantearme si es necesaria una reforma de la Ley electoral. Pero bueno, eso sería harina para otro post. 
 
El caso es que son conscientes de la importancia que tiene ser elegido por los ciudadanos. De hecho, están acostumbrados a pasar por ese examen cada cuatro años. Unas veces con nota, y otras sin nota. Pero el caso es que, últimamente -y creo que viene ya de antigüo- se están acostumbrando a utilizar el proceso electoral como arma arrojadiza. 
 
Me explico. ¿Que Álvarez Cascos no tiene la mayoría absoluta en Asturias y quiere conseguirla? Convoca elecciones. ¿Al PSOE no le gusta la política del PP en Extremadura? Amenazamos con una moción de censura para, después, convocar elecciones. ¿Artur Mas está mosqueado con los PGE y quiere buscar la mayoría que ahora no tiene? Amenazo, de nuevo, con unas elecciones. Y así sucesivamente. 
 
Pero al final, resulta que nuestros políticos han pasado de entender las elecciones democráticas, donde cada ciudadano elige a su representante, como una reválida a sus tesis políticas cuando no están conformes con la situación del momento. ¿No me gusta? Elecciones para que me den la razón. 
 
El problema es que puede ocurrirles como a Cascos. Que después de las elecciones la cosa ha ido a peor, en lugar de mejorar. Pero ya no sólo es eso. El goteo incensante de convocatorias electorales en España, amenaza con destrozar el "espíritu de voto" de la población.
 
La pasada semana teníamos la primera ronda de las elecciones francesas. Votaba el 80% de la población, un 10% más de la gente que acudió a las urnas el pasado mes de noviembre en España. 
 
Pero esto no les preocupa. Tampoco el que la ciudadanía demuestre en las sucesivas encuestas del CIS que están hartos de ellos. Fíjense que en el último barómetro el 68% cree que la situación política es "mala o muy mala". Pero esto no les preocupa. Una buena parte de ellos, que excepciones siempre habrá, sólo se ocupan de lo suyo y de sus intereses. El resto, les da igual. Pero no nos extrañemos. Los ciudadanos lo hemos asumido como algo normal, y no parecemos dispuestos a cambiarlo. Desde luego, en nuestra mano está.