Réquiem por los opositores.

Pues no sé ustedes, pero quien suscribe vivió ayer un Déjà vu con el bueno de Mariano Rajoy, escapándosele por entre las comisuras de las barbas uno de sus soliloquios incomprensibles, a fin de no mentar la soga en casa del ahorcado. Es decir, no decir el nombre “Luis Bárcenas” y buscarse toda clase de artificios expresivos del tipo “sobre esa persona creo que no es bueno hablar”. Lo primero de todo, mr. Lumbreras, un Gobierno democrático no juzga lo bueno o malo que es hablar de algo, sino lo necesario o irrelevante de un asunto como este.

Lo segundo, y aquí ya viene la reprimenda que se ha ganado: mire, no, no es un Déjà vu. Es un “vu” muy “vu”. O sea, algo que ya ha pasado con anterioridad. ¿Quiere que le diga cuándo? Pues el 11 de marzo de 2004, cuando su antecesor y líder cósmico dijo una y mil veces “los terroristas” o “la banda por todos conocida”, sin atreverse a señalar a ETA, tarea sucia que dejó para el entonces ministro del Interior, Ángel Acebes. ¿Le recuerdo cómo acabo aquello? ¿Pero es que ustedes no aprenden, almas de cántaro? Pues apúntesela, y que no se repita.