Si se acaba, que sea así

Elegiría a todos los sinvergüenzas que disfrazan el chantaje de competitividad y llaman rigidez a las garantías por las que mis abuelos y los suyos derramaron sangre. Elegiría a todos los sinvergüenzas que, viviendo del erario público, sobornan, chantajean, especulan y se burlan de la ley. Elegiría a todos los sinvergüenzas que devalúan lo que es de todos para afirmar que lo que es de todos no funciona, que hay que cambiarlo, que es improductivo.

 

Elegiría a todos los sinvergüenzas que niegan el pan y la sal para evitar que mueran 40.000 niños de hambre cada día, repito, cada día, en todo el mundo. Elegiría a todos los sinvergüenzas que, sabiendo como saben que con una migaja se resolverían la educación, la sanidad y el acceso al agua potable en el planeta, lo niegan o dan la callada por respuesta. Elegiría a todos los sinvergüenzas que nos educan para que no haya más alternativa que ser un golfo, un ladrón de guante blanco, un perro de presa del establishment, un sinvergüenza más.

Qué a gusto se iba a quedar el planeta, habitado de nuevo solo por las gentes con decencia y sentido común. Ya que el mundo no se acaba todos los días, no está de más pedir que si se acaba, se acabe de la mejor manera posible.