Usted sí que es de tertulia, don Joaquín

 

Mire, señor Almunia. Y lo de “señor” va por cargo, que no por respeto, porque se lo perdí desde que respondió sudoroso y balbuceante al entonces presidente de la patronal, José María Cuevas, cuando este le espetó en la carrera electoral del año 2000 que ni usted mismo se creía las barrabasadas que decía. A lo que iba, señor Almunia, dice usted que aquí, en esta España que a algunos nos duele, resolvemos la crisis a base de “improvisación y tertulia”.

Déjeme que le diga un par de cositas. A nosotros, a diferencia de usted, que tiene asiento de cuero forrado para su ímprobo trasero, no nos queda otra que improvisar. A nosotros, que somos los mismos que vemos recortado nuestro sueldo como funcionarios, pisoteada nuestra hacienda por la Hacienda que es de todos, pero sobre todo de ustedes, magullada nuestra jubilación sudada con dignidad, y degolladas nuestras esperanzas en un mundo más próspero.

 

¿Sabe por qué? Porque ustedes fueron sordos, literalmente, a los continuos avisos de las agencias de calificación e instituciones como el Banco de España desde el año 2003. Cuidado que nos damos un morrazo, les decían. Pero ustedes a lo suyo: a hinchar la perra gorda y a alimentar la bola especulativa de la falsa riqueza. ¿Y ahora me dice usted que cantarle las cuarenta es de tertulia? ¡Venga! De tertulia, si acaso, y con mis respetos, lo es usted, señor Almunia. De tertulia… y de traca.