La voracidad recaudatoria de la DGT

Ahora que ya se ha ido Pere Navarro, Director General de Tráfico hasta la semana pasada, es hora de hacer balance de su mandato al frente de un organismo cuya finalidad es organizar la circulación en nuestras carreteras, mantener  su fluidez y prevenir los accidentes. Pues, durante los casi ocho años que este señor ha estado al frente de la DGT, su única obsesión ha sido la de perseguir a los conductores hasta las últimas con secuencias y, para ello se ha valido de elementos mecánicos y electrónicos, cuyo fin ha sido el de la recaudación económica pero, eso sí, tratando de justificarlo como la reducción del número de accidentes y, por supuesto, el número de personas fallecidas en esos siniestros.

Según unas informaciones de las asociaciones de conductores, actualmente están en servicio 1.093 radares fijos en carreteras y poblaciones españolas, si bien, esta cifra se aumenta hasta 1.200, según la empresa que comercializa casi la totalidad de estos artilugios, Multanova. Tenemos que señalar que en 2005, la DGT tenía instalados  solamente 37 radares fijos en nuestras vías de circulación. Si las matemáticas no fallan, en siete años, se ha aumentado la cifra de radares en más de mil.

Pues bien, si se examina en el mapa de España los lugares donde se han instalado los radares, nos encontramos con que, en casi el  90 %, de ellos, figuran en tramos de carreteras rectos, con carriles amplios y buena visibilidad y, en muchos casos, con señales reductoras de 120 a 100 kms/h, pocos metros antes de donde se halla el radar. Y, nos preguntamos: ¿Por qué no se han instalado estos aparatos en aquellos lugares de concentración de accidentes, conocidos vulgarmente como “puntos negros” y en carreteras peligrosas con curvas cerradas y sin visibilidad, donde es más fácil que pueda ocurrir un accidente?. Y, tambièn, surge otra pregunta: ¿Para qué son los radares, para prevenir un siniestro o para recaudar sanciones?. En este sentido hay que destacar que en dos años, entre 2008 y 2010, la DGT recaudó más de 400 millones de euros en sanciones por exceso de velocidad, detectada por los radares fijos.

La voracidad recaudatoria de la DGT ha quedado al descubierto, máxime cuando su máximo representante, el ínclito Pere Navarro, en unas declaraciones sobre la utilidad de los radares, despreció el trabajo de los agentes de la Agrupaciòn de Tráfico de la benemérita Guardia Civil, ante esos aparatos que funcionan las 24 horas del día. 
Ahora, una mujer, María Seguí, doctora en medicina y experta en la prevención de accidentes, llega a ocupar el sillón de la Dirección General de Tráfico. Tiene ante sí un trabajo difícil y, aunque se dice que hará una labor de continuidad con lo anteriormente realizado, esperamos que esa labor sea más de prevención que de recaudación. Desde aquí, le brindamos nuestra colaboración y nuestro apoyo a una gestión destinada a reducir el número de accidentes en carretera, a sancionar a aquellos que se salten las normas y que son potenciales causantes de accidentes y a que la circulación sea más segura y más fluida. Seguro que no le será difícil conseguirlo, si antepone el sentido común para prevenir a la facultad de sancionar sin más. Esperamos que sea así, por el bien de todos aquellos usuarios que utilizan las autopistas, autovías y carreteras de España.