Un nuevo Gobierno que debe generar ilusión

Este domingo más de 35 millones de personas estamos llamadas a las urnas para elegir las futuras Cortes Generales que, posteriormente, votarán al próximo Presidente del Gobierno. Según las encuestas el Partido Popular va a recibir el mandato de formar el nuevo Ejecutivo y, por ende, de recibir una herencia a la que no va a poder renunciar: cinco millones de parados, un mercado inmobiliario sobresaturado y en caída libre, un sistema financiero que no concede créditos, una sanidad deficitaria, las eléctricas sublevadas por el déficit tarifario y un sin fin de asuntos más que podríamos enumerar.

Un panorama sombrío que se ve ennegrecido todavía más por la complicadísima situación de las finanzas del Estado. Con un déficit público del 10% del PIB, superior a los 98 mil millones de euros, a lo que hay que sumar el verdadero problema de nuestra economía: el endeudamiento familiar.

Con estos mimbres el nuevo Gobierno que surja de las urnas va a tener que ponerse a trabajar desde el minuto 1 de su elección. Los mercados aprietan y no van a dar tregua hasta conseguir ver un compromiso serio para poner coto a los dislates cometidos en España durante décadas. O lo que es lo mismo, apretarse el cinturón lo suficiente como para que el crecimiento vuelva y nos impida en la medida de lo posible que volvamos a comportarnos como nuevos ricos.

El primer paso: conocer a los 'amigos'

La primera baza que tendrá que jugar el nuevo equipo económico será la de Bruselas. Viajar hasta allí para convencer a los socios comunitarios -el famoso Merkozy- de que el plan económico elegido es el correcto. Eso sin olvidar que el matrimonio franco-alemán le leerán la cartilla. Una vez convencidos, turno para viajar a Washington a ver a la francesa Christine Lagarde y repetir la historia. Objetivo: lograr en las mejores condiciones unos 40.000 millones de euros -si no más- que nos permitan desahogarnos ligeramente y acometer los pagos más cercanos evitando así las subastas en la medida de lo posible.

Desde entonces habrá que aplicar varias recetas, prácticamente dictadas desde Bruselas y Washington. Poco margen a la improvisación va a quedar ahí.

La vivienda salta a escena

Pero la clave de todo está en conseguir que los bancos vuelvan a dar crédito a las empresas. Y para ello no queda más remedio que echarles un cable en el sector del ladrillo. Dice el Banco de España que la exposición a activos inmobiliarios roza los 100.000 millones, aunque algunos expertos calculan que puede ser mucho más. ¿Crear un banco malo? ¿Dejar caer a algunas entidades? ¿Inyectar dinero público? Las posibilidades que se abren son muchas, pero podemos dar por descontado que sea como sea será el contribuyente quien pague esa factura.

Un nuevo sacrificio que tendrá que asumir el españolito de a pie. Pero será el primero de muchos: recortes en las prestaciones sociales, una más que probable merma del poder adquisitivo y un aumento de las cargas impositivas tanto directas como indirectas. (No se dejen engañar. Gane quien gane, el IVA tenderá a subir al entorno de la media europea del 21%).

¿Y quién va a hacer todo esto? 

El panorama pinta mal. Negro, muy negro, la verdad. Pero no podemos olvidar que de peores hemos salido. Lo único deseable es que gane quien gane no se cierre en sus propias ideas. Estamos ante la crisis más grave en los últimos 70 años, y para salir de ella necesitamos ilusión, colaboración y sobre todo creatividad en las soluciones a problemas que hasta ahora nadie había imaginado.

Ahora sólo queda por saber quién va a capitanear la nave. Dicen las encuestas que será Mariano Rajoy, pero tendrá que situar a su “halcón”. Un ministro de Economía de cuyo nombre nada sabemos y, aunque nombres suenan muchos, eso es harina para otro costal.