Preparen la soja y el wasabi, que ahora viene Japón

Descontada la subida de tipos de interés para este mes (Janet Yellen dixit en Chicago) los inversores tratan de anticipar nuevas oportunidades en el mercado del 2017 y una que cada día gana más adeptos es el mercado del Imperio de Sol Naciente.

La reflación, ese extraño ente (novia o novio) nos ha acompañado con su Freulain Yellen y es hora de cambiar de pareja. Hasta ahora las elegidas para el baile han sido los Fondos de Bonos Americanos ligados a la inflación. Estos van a obtener su recompensa pronto desde la FED. Se acabó la fiesta y Sita Janet ha encendido la luz de los tipos de interés alcistas (hike) con lo que los analistas buscan nuevas oportunidades de inversión para la liquidez que parece rebosar en el mercado.

Y es que uno de los grandes perjudicados del gran receso de noviembre del año pasado fue el yen, que se desplomó frente al dólar estadounidense. Buen chapuzón, pensaron entonces los samurais del Banco de Japón. Un yen débil haría que las exportaciones japonesas fueran más competitivas, mientras que las compras de activos en el país finalmente crearían las condiciones necesarias para alcanzar esa meta de inflación a largo plazo de 2 por ciento.

Afirmativo. Los últimos datos de precios muestran que la tasa de inflación subyacente de Japón subió un 0,1 por ciento interanual en enero, la primera lectura positiva en dos años. Sólo falta un 1,9 por ciento más para llegar a la meta.

Las expectativas de crecimiento impulsado por los estímulos, la continua debilidad del yen y la vuelta a un crecimiento de la demanda, tanto en el consumo doméstico como en los principales mercados de exportación, han llevado al equipo de análisis global de Morgan Stanley a elegir a Japón como el mercado de valores con las perspectivas más atractivas para 2017.

Pero la paciencia tiene sus límites y aunque los ​​inversores a largo plazo en el mercado de valores de Japón estarían más que encantados de ver los pronósticos de Morgan Stanley hechos realidad,  ya  han escuchado antes estos cantos de sirena y tienen la esperanza que la música que oyen no sea la provocada por los gritos de Godzilla.

El índice bursátil Nikkei 225 alcanzó un récord de casi 40.000 en el último día de negociación de 1989. Como se muestra en el gráfico siguiente, las cosas han sido bastante sombrías desde los días de burbuja cuando las tres millas cuadradas del Palacio Imperial de Tokio fueron valoradas por algunas tasadoras con un precio más caro que toda España.  

Si las expectativas de Morgan sobre las acciones japonesas se cunplen, representarán una ruptura decisiva de una lucha de más de dos décadas para que el Nikkei mantenga un nivel superior al 50 por ciento de aquel record. Antes de 2015, el Nikkei no había alcanzado ni siquiera los 20.000 puntos intermedios en cualquier momento desde marzo de 2000 (que, como recordarán, fue cuando el NASDAQ de Estados Unidos rompió 5.000 antes de que estallara la burbuja tecnológica).

2015 representó la cresta de las expectativas de los inversionistas de «Abenomics» – el programa de recuperación económica de tres líneas del Primer Ministro Shinzo Abe – para cumplir sus promesas de crecimiento sostenido.  Esas expectativas se estancaron a medida que los datos macro liberados seguían apuntando a más de lo mismo – crecimiento tibio o negativo y el fracaso de las reformas estructurales necesarias para arraigar. Los problemas de Japón son profundos y muy difíciles de curar.

 Esta vez es Sushi de verdad

Esta vez Abe no es el primer primer ministro en aplicar estímulos para sacudir a la economía de su letargo. Los masivos programas de gasto en obras públicas han sido un sello distintivo del último cuarto de siglo. Durante este tiempo, los rendimientos del bono del gobierno japonés de referencia a 10 años no han aumentado nunca por encima del 2 por ciento (incluyendo períodos en que los rendimientos de los soberanos estadounidenses y europeos fueron de 6 por ciento o más).

La trayectoria de rendimiento a 10 años se muestra (línea de tendencia verde) en el gráfico anterior. Ninguna cantidad de estímulo, al parecer, fue suficiente para convencer a los hogares japoneses a salir a la calle y gastar más en previsión de un aumento de los precios y los salarios.

Entonces, ¿qué hay del entorno actual que podría inducir a los precios de las acciones japonesas a romper la maldición del 50 por ciento de una vez por todas? Pues, la verdad, no mucho. Si bien es cierto que tanto Estados Unidos como Europa parecen continuar con una moderada tendencia alcista en el crecimiento y la demanda (con o sin la sacudida de la reactivación ), las empresas japonesas no están necesariamente en posición de beneficiarse – Lo hicieron en la economía muy diferente de los años setenta-ochenta cuando «Japan as number one» era de lectura obligada para MBAs y ejecutivos.

Aunque en los últimos años se ha hecho más atractivo a los inversionistas, como lo demuestran los mayores niveles de compra de acciones y similares, las prácticas empresariales de las empresas siguen siendo en gran medida tradicionales y encubiertas. Hace tan sólo una década, estas empresas perdieron la oportunidad  de surfear la ola del crecimiento que fue China – ahí justito en su jardín de atrás. Por lo que no hay una fórmula mágica para el crecimiento.

En un país con una población muy mayor y en declive (y límites extremadamente estrictos a la inmigración), una explosión de productividad de tipo supernova es la única vía plausible para una mejora real y orgánica. Hasta entonces, esa barrera de 20.000 en el Nikkei puede seguir siendo muy dura para romper con la mejor katana.