Todo para las pymes pero sin las pymes

Bajo el elegante y distinguido marco del Hotel Westin Palace de Madrid la nueva Cámara de Comercio España se vestía ayer de largo. Un acto para el que José Luis Bonet, presidente de Freixenet y recien estrenado presidente de la renovada entidad cameral, no dudo en tirar de memoria histórica. Refiriéndose al regeneracionismo del siglo XIX de Joaquín Costa, Santiago Alba y Basilio Paraíso, José Luis, habló del «interés general» de un movimiento, el cameral, por y para las empresas. Empresas que, en España, también con carácter histórico, componen una pirámide estructural en la que hay más medianas que grandes, más pymes que medianas y más micro que pymes.

Un tejido empresarial en el que son las más pequeñas y los autónomos los que tiran de la economía del día a día, de esa que llega (o no), a la gente y que, paradójicamente, entre los ochenta sillones del Órgano Consultivo de la entidad cameral, apenas tienen  reservados un par (¡y gracias!). En definitiva y en datos puramente objetivos, la nueva Cámara queda así: 28 grandes empresas «propuestas a instancias del Ministerio de Economía» elegidas por su valiosa contribución a lo macro y que poco empapa a lo micro; nueve vocales elegidos por patronales y organizaciones empresariales que aglutinan al exceso de la casi treintena de «oficiales y grandes de España»; cerca de 40 vocales elegidos de entre Ministerios y Comunidades Autónomas (algunas hasta con dos) -quizá por eso la moda de la colaboración público – privada-; dos vocales de la federación de cámaras internacionales, por aquello de demostrar la gran apuesta por la internacionalización del nuevo plan y, ya por fin, al final de la lista, dos vocales de las organizaciones representativas de autónomos.

Representantes, los de los autónomos, elegidos, por cierto, por orden alfabético, no por su representación, real y legal, de activos o por sus aportaciones a la mejora del colectivo. Función tan comprometida que en este acto le toca defender a Lorenzo Amor y su Federación Nacional de Asociaciones de Autónomos, Ata junto al abnegado Pedro Barato, presidente de Ceat, asociación de autónomos dependiente de la patronal de los empresarios españoles.

Datos los anteriores que demuestran lo poco convincente de las promesas y palabras de un presidente, José Luis Bonet, que si bien es conocedor de lo que es levantar una empresa familiar durante «toda una vida», se veía enconsertado por la mirada inquisidora de la señora Ana Patricia Botín, heredera imperiosa de cuna que ni siquiera fue capaz de vestirse de rojo para la ocasión.

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