Virilidad de montería

Hola, Francisco Granados. Te preguntarás qué hace un mindundi como yo, en un medio como este, dirigiéndome a ti en forma de tuteo y con más fanfarronería de la que os gastabais, tus amigotes y tú, en esas cacerías en las que seres primitivos abatís a fuerza de plomo a seres vivos con menos delito que vosotros.

La verdad, Paco, porque me permites que te llame Paco, ¿verdad?, esos espectáculos de pornografía, sangre y dinero fácil no me repugnan. Los entiendo. He conocido hace años a tipos como tú, y como tus protegidos, ¿sabes? Os pasa a todos lo mismo, que vuestra virilidad se mide por los billetes que pagáis al objeto sexual de turno, por la cantidad de vísceras que desparramáis por la montería o por la cantidad de papel que os fundís en una afición como el póker. Como dijo una vez Jiménez Losantos de Cañete: “La verdad es que hay que ser muy señorito para tener esas pintas de gañán”.

Te digo más, Granados mío. Y ya de paso se lo digo a la rubiales que fue tu jefa y al barbas que fue el jefe de ella, el que está en Moncloa. El escenario se repite en cada gobierno de cada comunidad autónoma. En cada Ayuntamiento de cierta entidad, e incluso como ha quedado demostrado en la operación Púnica, en consistorios de poca chicha en los que algunos cargos públicos se creen los reyes del mambo. Lamentablemente, y por más que hayamos querido mirar hacia otro lado con la nariz tapada, no sois casos únicos. Sois solo la parte visible de un sistema que está infecto. De la cabeza a los pies.

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