El mundo post-covid no será el mismo mundo «globalizado» que existía antes de la pandemia; durante décadas bajo el paraguas del libre mercado se desarrollaron prácticas como la deslocalización eufemismo que escondía la explotación de mano de obra barata en países en vías de desarrollo destruyendo a la vez el tejido industrial propio de los países del primer mundo incapaces de competir contra esas prácticas
Cuando la pandemia llegó encontró un país sin tejido industrial propio y donde faltaba de todo desde mascarillas a tejidos para fabricar batas, sábanas y toallas para los hospitales lo que derivó en serios problemas de desabastecimiento..
Los telares que antaño poblaban amplias zonas de Cataluña y Levante habían emigrado a China y los talleres de confección habían cruzado el estrecho hasta Marruecos. Solo un puñado de empresarios se resistieron a desaparecer continuando con una actividad textil secular de la que Textilai bebe directamente porque siempre ha buscado producir en el mismo lugar donde vende; se crea así un círculo virtuoso que fija el valor añadido de un producto a su lugar de origen. Cada sábana, cada toalla supone el último eslabón de una cadena de valor que se inicia con el hilado, el tejido, el acabado, la confección y la comercialización y el consumidor que adquiere el producto sabe que una parte del precio revertirá en la industria local generando bienestar y riqueza en su comunidad.
Una compra responsable es un mecanismo de cambio poderoso que debería guiarse por tres parámetros:
Fomento de la compra local y de proximidad: Adquiriendo productos en empresas y productores locales se fomenta la creación de puestos de trabajo en empresas que pagan aquí sus impuestos contribuyendo de esta manera a la mejora de la sociedad en su conjunto, con ello se fomenta una economía que enriquece de verdad el entorno próximo frente a la economía meramente extractiva de recursos humanos y materiales; se colabora con productores locales que, ante las oportunidades que se les presentan, se asientan en el territorio y favorecen el emprendimiento.
Es una producción responsable que se realiza en términos de justicia y dignidad salarial para los trabajadores que ven sus derechos protegidos a través de una legislación laboral avanzada y les otorga la necesaria estabilidad económica para su desarrollo personal y familiar. También se fomenta la formación de los jóvenes en distintas ramas de actividad. Deben apoyarse decididamente iniciativas como la tomada por la patronal Texfor y las administraciones públicas para implementar un ciclo de grado medio sobre fabricación y acabado de productos textiles. Y es que en palabras de su secretario general “Son los empresarios los que piden una mayor formación para incorporar mano de obra a sus estructuras para cubrir vacantes por jubilación, pero también por la creación de nuevo empleo. El textil cuando puede crea ocupación y lo hace de manera estable”
Introducción de criterios medioambientales en todas las fases de la producción textil: también denominada compra verde. El consumidor demanda no solo un producto de calidad a un precio justo, quiere además que ese producto que adquiere (un albornoz, una camiseta o una toalla) haya sido producido por empresas que promuevan de manera eficaz el ahorro energético, que la energía que emplean haya sido generada a partir de fuentes no contaminantes, que los procesos productivos minimicen la emisión de gases de efecto invernadero, que las materias primas con las que trabajan, como por ejemplo el algodón, procedan de agricultura ecológica y sostenible, que no se emplean productos químicos agresivos en los procesos de acabado y que se haga una gestión responsable de los residuos generados. La industria es conocedora de esta nueva realidad y fruto de ello la demanda de algodón orgánico ha crecido de manera exponencial. Cultivar de manera orgánica supone proteger la tierra para evitando la erosión manteniéndola fértil evitando el uso de químicos dañinos. Se hace necesario además la rotación de cosechas, la fertilización con abono de desecho animal, la manipulación de la maleza a mano y el control de insectos con bio-pesticidas. Además, está prohibida la modificación genética de las semillas. Este tipo de cultivo sigue la filosofía de que es más importante la protección de la tierra, de la biodiversidad, de los ciclos naturales y de la gente que trabaja las cosechas, que la producción masiva. Para que el algodón pueda considerarse orgánico debe de ser producido bajo estos estándares de agricultura y recibir una certificación por algún órgano regulador como el IFOAM (Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica).
Sostenibilidad y durabilidad de los productos: Un juego de cama o una mantelería son artículos que no hace tantos años formaban parte del ajuar de un hogar durante muchos años. Hoy día, la industria lanza una o dos colecciones anuales de textiles para el hogar, producidos industrialmente e induciendo a través de potentísimas campañas publicitarias a compras impulsivas e irracionales. Por el contrario la filosofía de Textilai ha sido siempre apostar por productos hechos para durar y para ello el único camino es la calidad. El resultado es un juego de cama o de toallas con sus cualidades intactas durante un largo tiempo.
Alguien ha dicho con acierto que las crisis son oportunidades en ropa de trabajo así que se deben aprovechar estos momentos en los que el mundo ha parado para reiniciarse, tomar un respiro y mejorar todo aquello susceptible de ser mejorado; hay que retomar una visión más humana del mundo, cambiar y mejorar como personas y como sociedad. Por primera vez en mucho tiempo el país entero se ha enfrentado unido a un grave problema de salud pública como sociedad, como ciudadanos solidarios que piensan en los demás a la hora de tomar decisiones personales. Si algo bueno puede salir de este momento dramático es quizás esa solidaridad que ha aflorado en esta crisis y que debe ser cuidada y cultivada extendiéndola a todos los aspectos de la vida.
Adolfo Gallego García es CEO de TEXTILAI
Fuente Comunicae