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Balenciaga, la magia de la costura, en el Thyssen

Balenciaga supo cómo hacer que el arte respirara en cada uno de sus diseños, en sus pespuntes. En un alarde de creatividad, hizo de la sencillez y los volúmenes su seña de identidad, detalles de preciosismo que sus coetáneos supieron alabar y que ahora se pueden contemplar en una exposición magistral.

El Museo Thyssen Bornemisza vuelve a unir moda y pintura en una magna exposición que rinde homenaje al gran maestro Cristóbal Balenciaga (Getaria, 1895-Alicante, 1972) y a los genios de la pintura que le inspiraron.

«Balenciaga y la pintura española» entrelaza, puntada a puntada, cuadros de Zurbarán, Goya, El Greco, Zuloaga o Velázquez con piezas únicas de la «historia de la moda», dejando al visitante ebrio de imágenes de trazos excepcionales, con brotes de grandeza de la «magia» y el «hechizo» del modisto español, explica Eloy Martínez de la Pera, comisario de la exposición.

«Antes de Balenciaga está Cristobal, que con doce años sabía que tenía talento para ser un gran diseñador de moda», añade Martínez de la Pera, junto al cuadro de la reina Ana de Austria de Bartolomé González. «La exposición trata de un personaje influyente, admirado e inspirador. No ha habido otro más grande que él, incluso sus coetáneos le apodaban ‘el maestro'».

El comisario asegura que la moda ha estado en los museos «siempre», mientras señala un cuadro de Isabel de Valois para demostrarlo, «estilismo al más alto nivel», como el de Isabel de Borbón de Rodrigo de Villandrando.

Brocados de seda, cuentas de azabache, flores, tul bordado con hilos de ángel, satén, organza, visón, láminas de acetato o cloqué adamascado son algunas de las telas con las que «el maestro» confeccionaba diseños de alta costura completamente inspirados en retratos de la corte, como la pieza inspirada en el reflejo del retrato de la duquesa de Alba de blanco.

«España comienza a exportar moda con Felipe II», momento en el que el negro de su vestuario, puro, intenso en su oscuridad, inunda las cortes europeas gracias al palo de Campeche, un tono que el diseñador adopta y con el que rompe con la fascinación por la paleta de color de El Greco, que le inspiró amarillos, verdes y rojos, tonos vibrantes en sus creaciones de los años 40, que desaparecen.

Martínez de la Pera asegura que el diseñador de Getaria ha cambiado nuestro guardarropa con formas con las que ahora «las millenials tienen abarrotado su armario», como son los cortes de pavo real de faldas o los «baby doll».

Capaz de ejecutar los volúmenes más vanguardistas, Balenciaga también era maestro de la sencillez, como lo demuestra el diálogo de tres cuadros de monjes de Zurbarán, de un blanco inmaculado, que le sirven de espejo para confeccionar cuatro trajes de novia donde se refleja «la sencillez, la religiosidad y el misticismo».

Dos de esos vestidos de novia pertenecen a dos mujeres muy significativas en la sociedad española: la reina Fabiola de Bélgica y Carmen Martínez Bordiú, para la que realizó su última creación de alta costura.

Con el vestido de la reina Fabiola, en satén y visón, «creó majestad desde la austeridad, gracias a la cola que surge del escote. Se convirtió en reina según entró a la iglesia», comenta el comisario.

Setecientos metros cuadrados llenos de «luz, imaginación, de vida que salta desde la pintura», con piezas de grandes coleccionistas privados como Alicia Koplowitz o Juan Abelló, cuadros de la Casa de Alba o Carmen Thyssen, además de obras de grandes museos nacionales e internacionales.

La exposición, que se lleva fraguando desde 2013, ha contado con el beneplácito del diseñador Hubert de Givenchy -informado de todos los detalles hasta su fallecimiento-, del que se exhibe un sombrero que le pidió que confeccionara su gran amigo Balenciaga.

Balenciaga «nunca llegó a entender el ‘prêt à porter’ porque sabía de las imperfecciones del cuerpo de una mujer. Ninguna era igual a otra y supo adaptar la tela y el diseño para soslayar esas imperfecciones», apunta el comisario, una razón por la que consideró la moda como algo «único», «exclusivo», concluye Eloy Martínez de la Pera. Como así son cada uno de sus diseños.

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