El exministro socialista ha sido un hombre, según comentan los que le han conocido, muy serio y que no se dejaba doblegar fácilmente. Pasará a la historia como el “superministro”, pues así se le conocía entre el 82 y el 85, año en el que decidió dejar el Gobierno, dejando la cartera huérfana. Momento en el que la prensa del corazón comenzaba a hacerse eco de los líos de faldas con Isabel Preysler, que aún estaba casada oficialmente con Carlos Falcó, Marqués de Griñón. Eso sí, pocos medios o ninguno se atrevían a poner las fotos del romance en la calle. Hay quien creyó que Boyer estaba traicionando su ideología política por “una bella oriental”, como dijo en su momento Fernando Morán, ministro de Asuntos Exteriores.
La expropiación de Rumasa
Su vida privada y su “lío” con la ex de Julio Iglesias le hizo visible a todas las capas de sociedad, pero no fue menos sonado su enfrentamiento con José María Ruíz Mateos. En 1983 el Gobierno de Felipe González aprobaba en Consejo de Ministros la expropiación del Grupo Rumasa a Ruíz Mateos por “razones de uso público e interés social”. El holding empresarial tenía en su seno unas 700 empresas que se vendieron por partes a sociedades privadas. El ministerio de Boyer vio necesaria esta intervención ya que la empresa hacía oídos sordos de las obligadas auditorías, tenía deudas con la Seguridad Social y además veían en este grupo una burbuja que estallaría: eran sus propios bancos los mismos, que sin garantías, financiaban todas las actividades de Rumasa. Fruto de esta confiscación era habitual ver a Ruíz Mateos vestido de Superman persiguiendo a Boyer al grito de “¡Qué te pego, leches!”. La discreción de Boyer se diluía por momentos.
Amnistía fiscal y sus vaivenes ideológicos
También propuso en 1984 poner en marcha la Amnistía Fiscal para sacar a flote los ingresos no declarados de los españoles, es decir, los defraudadores tendrían la oportunidad de purgar sus culpas comprando pagarés del Tesoro Público.
Enfrentamiento continuo con Alfonso Guerra, el aquel momento vicepresidente del Gobierno por el gasto público. Boyer manejaba su cartera con mano de hierro, dejándose guiar por una política monetaria restrictiva y una política fiscal, que intentaba, tener control sobre el dinero negro. Finalmente dejó el Gobierno, podríamos decir que es el Pedro Solbes de los años 80, quien se negaba a gastar más contra lo que decía Rodríguez Zapatero.
También aprobó el conocido como Decreto Boyer. Un paquete en el que estaba inclusa la Ley de Arrendamientos Urbanos, se acababan los contratos de alquiler vitalicios convirtiéndolos en temporales, los locales podían convertirse en viviendas y se liberalizaron los horarios comerciales.
Dejó el Gobierno, dejó de ser socialista porque “hacía mucho que no lo sentía así”, apoyó de manera pública el programa económico de José María Aznar en el 96. Pero antes de eso, en 1988 se casó con la reina de corazones, la que en esos momentos simbolizaba de todo menos socialismo. Quizá era verdad que ya no se sentía las siglas del PSOE, era el momento de abandonar el barco.
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