El origen de las carreras de caballos se remonta a la Antigua Grecia, cuando comenzaron a formar parte de los primitivos Juegos Olímpicos. Esto supuso la consagración del caballo como algo más que un animal, un ser casi divino.
Desde entonces, carreras como el Derby de Kentucky, la Japan Cup, el Prix de L’Arc de Triomphe, el Derby de Empson o la Breeders Cup Classic han ocupado un lugar preferente en el panorama internacional. Mención aparte merece Royal Ascot, celebrado en el hipódromo de Ascot, en Berkshire, al oeste de Londres. Con motivo de esta cita, creada en 1711 por la reina Ana, se reúne lo más granado de la sociedad británica y no pocos curiosos atraídos por la presencia de los royals.
Medios de comunicación de todo el mundo cubren el evento. Y no lo hacen únicamente por la presencia de los Windsor en él -motivo que por sí sólo ya justificaría sobradamente la cobertura mediática- sino también porque es, sin duda, una de las citas del año en el calendario nacional. El dress code marcado para alguna de las tribunas de los cuatro recintos da lugar al uso de sombreros, tocados y pamelas que no pasan desapercibidas. En los últimos años, el montante en premios se ha situado entorno a los 5 millones de libras.
En nuestro país, los hipódromos de San Sebastián, Real Club Pineda de Sevilla, Gran Hipódromo de Andalucía, Costa del Sol (Mijas) y La Zarzuela (Madrid) son los lugares de referencia para la celebración de este tipo de competiciones. De todas ellas, la más importante para los profesionales es el Gran Premio de Madrid que, en 2019, celebró su centenario. Aunque, probablemente, las que atraen más la atención de propios y extraños son las que organiza la Real Sociedad de Carreras de Caballos de Sanlúcar en las playas de la localidad gaditana desde 1845. Con todo, el hipódromo que más factura es el de La Zarzuela, llegando a rozar en sus mejores momentos los 20 millones de euros al año.
Pero, más allá de los premios y del negocio de las apuestas, no son pocas las personalidades de distintos ámbitos que han decidido invertir en el mundo del caballo, impulsados tanto por una posible rentabilidad a medio plazo como por el particular atractivo que posee todo cuanto rodea a este ambiente. El primer gran nombre en invertir en el mundo equino fue Sergio Ramos. El futbolista del Real Madrid ha logrado consolidar una yeguada más que notable con fincas en las localidades sevillanas de Bollullos de la Mitación y Las Pajanosas. Silencio de Ramos y Yucatán de Ramos han sido quienes más alegrías le han dado al central camero, obteniendo numerosos reconocimientos y elevando su cotización. Tanto es así, que -según los expertos- en el caso de ser puestos en venta, su valor podría alcanzar cifras de seis ceros. Sin embargo, estos caballos se presentan a otro tipo de competiciones en las que se evalúan cuestiones distintas a las de las carreras.
Quienes sí han decidido iniciar una nueva aventura empresarial en los hipódromos son Antoine Griezmann y Clément Lenglet, ambos jugadores del Fútbol Club Barcelona y la selección francesa de fútbol. Écurie Griezmann, la sociedad de Antoine, posee en este momento entorno a una decena de cabezas que confía a los jinetes más avezados. Y el negocio debe ser rentable si tenemos en cuenta que el galo no escatima a la hora de invertir. La operación de su última adquisición alcanzó los 240.000€ y el objeto de la compra fue un potro aún sin contrastar.
Por su parte, Lenglet ha debutado este año con notable éxito. Aunque, por el momento, sólo tiene en propiedad dos monturas: Perle d’Ivoire y Bois d’Argent. Este último pisó por primera vez la prestigiosa pista de hierba de Chantilly –al norte de París- el pasado mes de mayo, dejando cautivados a quienes allí estuvieron.
Y es que, como afirman los árabes, “el paraíso puede verse a lomos de un caballo”. También el de los negocios.