Cambiar nuestra alimentación puede salvar la tierra

Hacer nuestra dieta más sostenible será un factor imprescindible si pretendemos darle la vuelta a la tendencia actual de declive de la biodiversidad, según un estudio de un centro de investigación austríaco publicado en Nature.

El Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (Iiasa) asegura que la única forma de evitar la desaparición de más especies a partir del año 2050 pasa por transformar la industria de la alimentación para que sea menos dependiente de productos animales, además de acometer reformas ambiciosas en el ámbito de la protección de los ecosistemas.

«El ritmo de declive de la biodiversidad podría revertirse antes de la mitad del siglo si se actúa en estos dos pilares», explica a Efe David Leclère, investigador del Iiasa y principal autor del estudio.

Una acción que, para ser efectiva, deberían acometerse de manera inmediata. «Si retrasamos las medidas, mientras tanto la biodiversidad se reduce», asegura Leclère.

«También es importante señalar que, debido a los períodos que se manejan en la restauración de la biodiversidad y a la posibilidad de pérdidas irrecuperables, retrasar estas acciones hará que hagan falta muchas más décadas para recuperar un determinado nivel de biodiversidad», matiza el científico.

 

 Especies en peligro

Se calcula que de las más de ocho millones de especies animales y vegetales que pueblan la Tierra, cerca de un millón se encuentran en peligro de desaparecer.

Por grupos, las cifras son más llamativas: podría extinguirse el 40 % de los anfibios, un tercio de las especies de tiburón, o más de un tercio de los mamíferos marinos.

Esta reducción de la biodiversidad tiene consecuencias directas sobre la vida humana, sobre la calidad de los ecosistemas en los que vivimos y en la seguridad de nuestra alimentación, ya que reduce la diversidad genética de los alimentos que consumimos.

Aunque evitar por completo la desaparición de especies es imposible, el estudio señala que el ritmo al que esto sucede podría limitarse e incluso revertirse.

Para que esto suceda antes del 2050, en línea con los objetivos marcados por la ONU, deben cambiar muchas cosas.

 

Un esfuerzo global

Las áreas protegidas, que actualmente comprenden algo más del 14 % de la superficie terrestre, deberían alcanzar el 40 %, mientras que el 8 % de la tierra degradada debería restaurarse para mediados de siglo, según el Iiasa.

Además, para complementar estos esfuerzos de conservación y evitar que supongan un aumento significativo en los precios de los alimentos, los hábitos de consumo y la industria alimentaria deberían enfocarse en dietas que supongan un menor impacto medioambiental y reducir la cantidad de desechos que generan.

Los autores del trabajo recuerdan que, por sí solas, estas medidas probablemente no sean suficientes, sino que deberían ir acompañadas de un ambicioso proyecto de lucha contra la emergencia climática que asegure la pervivencia de los ecosistemas.

«Al tratar de mitigar el calentamiento global es posible tener un impacto negativo sobre la biodiversidad», señala Leclère.

Esto sucede, por ejemplo, al utilizar biocombustibles, que se valen de la biomasa de plantas o grasa animal para producir energía.

«Hay razones para tener fe», destaca Leclère acerca de la posibilidad de que estas medidas se acometan a tiempo. «Se puede hacer mucho a nivel político, pero también a nivel de las empresas, que ven cómo los cambios en los hábitos de consumo podrían hacerles perder ingresos», comenta el investigador.

El Iiasa es un instituto científico internacional, con sede en Austria, que investiga los cambios medioambientales, económicos, tecnológicos y sociales del momento y ofrece sus conclusiones a diferentes gobiernos y organismos internacionales.