Estar de romance con el climaterio, celebrarlo, bailarle el agua, beber los vientos por él y honrarlo: es revolucionario. Es plantarle cara a los dogmas patriarcales que caen como losas encima de las mujeres que inician su camino antes, durante y después de la menopausia.
Alzar el altar del climaterio en tiempos hostiles, de invisibilidad y decretos perversos importa. Se trata de la revolución del femenino profundo y también la del masculino de la comunidad humana.
Caminar la impecabilidad que ofrece su diseño hormonal, físico y espiritual, es una elección y es, a su vez, una responsabilidad. Que las mujeres lo hagan juntas es esencial, responde a la llamada de la evolución espiritual que requiere el momento actual.
Que la comunidad tome como propio aquello que muestra la mujer que está en climaterio las hará más libres, más conscientes, más reales y más alegres. Hay que atesorar y custodiar juntas su néctar, sus perlas y sus regalos.
Eso sí, el climaterio no negocia condiciones. Pone en evidencia lo verdadero y disponibles el alma, la psique y el cuerpo para transformar y evolucionar, crecer. En algún momento se le puede temer, puede incomodar, sin duda alguna, las mujeres se pueden hacer las locas con él, lo han vendido tan mal: sofocos, mal humor, falta de deseo, etc. No les han contado a las mujeres sus gracias para que no se vengan arriba y tomemos demasiado lugar en el centro, cosa que al capitalismo y al patriarcado, le vendría muy mal.
Por eso hay que bajar juntas a mirar qué material muestra el inframundo, a tomarlo y recoger sus tesoros de por vida, a ordenar el caos, a poner límites, bailemos un chotis, un tango, una bachata y un vals con él, el gran compañero, el que ha venido a tenderles una mano, a señalar lo que no funciona, a cuidarse y cuestionarse los valores para seguir una vida más plena y más rica.
Decidir si celebrar el climaterio o darse el pésame por su llegada, modifica la segunda primavera de la mujer a partir de los 40.
Montse Guardiola – chidelluna.com.