Los científicos han comprobado que el córtex frontal humano, la parte del cerebro implicada en el pensamiento y el razonamiento de alto nivel, sigue una trayectoria de desarrollo similar a la de otros primates, como los chimpancés y los macacos, por lo que aquello que hace especial al cerebro humano no es el tiempo que tarda en madurar, según una investigación presentada este martes en la reunión anual de la Asociación Americana de Anatomía durante el encuentro de Biología Experimental (EB) 2021, y publicados en la revista ‘Proceedings of the Royal Society B’.
«No encontramos pruebas de que la maduración del córtex frontal se prolongue de forma inusual en los seres humanos –explica la doctora Christine Charvet, profesora adjunta de la Universidad Estatal de Delaware, en Estados Unidos, y autora principal del estudio–. En general, nuestros estudios convergen para demostrar un sorprendente nivel de similitud en la estructura y el desarrollo del cerebro entre los humanos y otros primates estudiados».
Charvet y sus colegas integran datos sobre la expresión de los genes, la estructura del cerebro y los marcadores de comportamiento para analizar de forma exhaustiva el desarrollo del cerebro en todas las especies.
Aunque los investigadores anteriores han aplicado estos enfoques de forma aislada, cada uno de ellos tiene limitaciones, por lo que combinarlos proporciona una imagen más completa. Los investigadores utilizaron su enfoque integrado para comparar el desarrollo de la corteza frontal en humanos y chimpancés. En total, obtuvieron 137 puntos temporales desde los 44 días después de la concepción hasta los 55 años de edad.
«Sólo fusionando la información a través de las escalas de organización biológica podemos decir de forma concluyente qué edad tiene un chimpancé en días humanos», destaca Charvet.
Además de los chimpancés, el equipo aplicó métodos similares para analizar el desarrollo del cerebro en ratones y macacos, un tipo de mono. Como era de esperar, los investigadores descubrieron que los cerebros de los ratones maduran a un ritmo mucho más rápido que los de los humanos, pero los humanos y los macacos mostraron patrones de desarrollo similares.
Estas comparaciones ofrecen un punto de referencia que los científicos pueden utilizar para comparar edades y comprender mejor en qué se diferencian nuestros cerebros de los de otros animales. Además, Charvet afirma que el enfoque integrado puede ayudar a los investigadores a trazar un mapa de los circuitos cerebrales para obtener información sobre la evolución humana.
«La integración a través de las escalas de organización biológica amplía el repertorio de herramientas disponibles para estudiar los programas biológicos en la evolución humana y abre nuevas vías para estudiar las conexiones en la salud y la enfermedad», avanza Charvet.