La crisis del sector del automóvil en Europa se acentúa en un momento en el que el conjunto de fabricantes se enfrentan a vientos en contra provocados por la caída de la demanda de vehículos en general –y eléctricos en particular– y la merma de la rentabilidad de los grandes grupos automovilísticos.
La transformación del sistema hacia la movilidad eléctrica está plagada de incertidumbres, con ventas que no han conseguido recuperar los niveles prepandemia y unas compañías que se enfrentan al posible cierre de plantas, como es el caso de Volkswagen en Alemania, ante lo que la dirección de la compañía califica como «entorno competitivo muy difícil».
Mientras, la competencia con las marcas chinas se acentúa y los fabricantes europeos dan marcha atrás en sus planes de electrificación de su mix de ventas. La última de las compañías en hacerlo ha sido Toyota, que ha recortado esta semana en un tercio sus planes de producción mundial de vehículos eléctricos para 2026 hasta el millón de unidades, 500.000 menos de las estimadas hasta ahora.
En este contexto, la sueca Volvo anunciaba este pasado jueves su decisión de abandonar su objetivo de vender solo automóviles totalmente eléctricos para el final de la década, marcando como nueva meta que entre el 90% y el 100% de su volumen de ventas globales para 2030 consista en vehículos electrificados, es decir, una combinación de modelos totalmente eléctricos (BEV) e híbridos enchufables (PHEV).
En Europa, Porsche, admitió en julio que no podrá cumplir su objetivo de vender un 80% de coches eléctricos en 2030 y ahora asegura que lo hará «a lo largo de la década», pero sin detallar cuándo. Stellantis disminuyó en Italia la producción de vehículos eléctricos en un 36% en el primer semestre del año, y en mayo Mercedes-Benz alejó una vez más de sus ambiciosos objetivos en materia de electrificación de sus vehículos programada para 2030 ante el debilitamiento del negocio.
Por su parte, en Estados Unidos grandes fabricantes de la talla de Ford o General Motors han retrasado, o directamente cancelado, el desarrollo de nuevos modelos eléctricos, a la espera de poder escalar la producción y abaratar los planes de adaptación de las fábricas y producción de coches durante los próximos años.
Todos estos fabricantes alegan que los costes de producción de los coches eléctricos son demasiado altos y que la competencia reduce la rentabilidad de estos modelos una vez salen a la venta ya que la demanda está estancada en Europa ante la indecisión de los particulares a la hora de cambiar de coche.
Asimismo, la cadena de suministro europea de vehículos eléctricos aún necesita tiempo para desarrollarse, tal y como advierte el último análisis de ING, mientras que el descenso de los precios de las baterías de iones de litio y la caída de los niveles chinos por debajo de los 100 dólares por kWh plantean un desafío para la creación de nuevas instalaciones locales.
NO PERDER LA OPORTUNIDAD
Sin embargo, los fabricantes son conscientes de que no se pueden perder la oportunidad de modificar la propulsión de sus vehículos ni la ola de electrificación de sus flotas, ya que no se espera que la Comisión Europea suavice sus objetivos de prohibición de ventas de coches de combustión a partir de 2035 en el territorio comunitario.
En este contexto, el documento de la entidad neerlandesa aconseja mantener las inversiones por parte de las automovilísticas a fin de renovar la cartera de productos para «asegurar posiciones a largo plazo» en el mercado durante la próxima década.