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El meteorito que acabó con los dinosaurios cayó en primavera

El asteroide que acabó con casi todos los dinosaurios impactó en la Tierra durante la primavera, según concluye una investigación internacional publicada en la revista ‘Nature’, que ha analizado los restos de peces que murieron justo después del impacto.

El equipo internacional de científicos, integrado por investigadores de la Vrije Universiteit (VU) de Ámsterdam (Países Bajos), la Universidad de Uppsala (Suecia), la Vrije Universiteit Brussel (Bélgica) y el ESRF, el Sincrotrón Europeo (Francia), ha conseguido determinar el momento en que el meteorito se estrelló contra la Tierra.

Hace unos 66 millones de años, el llamado meteorito de ‘Chicxulub’ se estrelló contra la Tierra, en lo que hoy es la península de Yucatán (México), marcando la desaparición de los dinosaurios y el fin del periodo Cretácico. Esta extinción masiva sigue desconcertando a los científicos, ya que fue una de las más selectivas de la historia de la vida: desaparecieron todos los dinosaurios no avianos, los pterosaurios, los ammonites y la mayoría de los reptiles marinos, mientras que sobrevivieron mamíferos, aves, cocodrilos y tortugas.

Un equipo de científicos de la Vrije Universiteit, la Universidad de Uppsala y el ESRF ha arrojado ahora luz sobre las circunstancias que rodearon la diversa extinción de los distintos grupos. Las respuestas proceden de los huesos de los peces que murieron momentos después del impacto del meteorito.

Cuando el meteorito impactó en la Tierra, sacudió la placa continental y provocó enormes olas en masas de agua, como ríos y lagos. Estas movieron enormes volúmenes de sedimentos que engulleron a los peces y los enterraron vivos, mientras que las esférulas de impacto (perlas de vidrio de roca terrestre) llovían desde el cielo, menos de una hora después del impacto.

En la actualidad, el yacimiento del evento de Tanis, en Dakota del Norte (Estados Unidos), conserva un ecosistema fosilizado que incluye peces paleta y esturiones, que fueron víctimas directas del evento.

Los peces fósiles se conservaron de forma excepcional, con sus huesos sin apenas signos de alteración geoquímica. Melanie During, investigadora de la Universidad de Uppsala y de la VU de Ámsterdam y autora principal de la publicación, acudió al lugar para excavar los valiosos ejemplares. «Para nosotros era obvio que teníamos que analizar estos huesos para obtener información valiosa sobre el momento del impacto», explica.

El equipo acudió al ESRF, un acelerador de partículas que produce los rayos X más brillantes del mundo, con un espécimen parcial de pez y secciones representativas de los huesos y realizó una tomografía de rayos X de sincrotrón de alta resolución.

El ESRF es la herramienta perfecta para investigar este tipo de muestras y la instalación ha desarrollado una experiencia única en paleontología durante las últimas dos décadas.

«Gracias a los datos del ESRF, descubrimos que los huesos registraban un crecimiento estacional, muy parecido al de los árboles, creciendo una nueva capa cada año en el exterior del hueso», explica Sophie Sánchez, de la Universidad de Uppsala, y científica visitante en el ESRF.

«Los anillos de crecimiento recuperados no sólo captaron las historias de vida de los peces, sino que también registraron la última estacionalidad del Cretácico y, por tanto, la estación en la que se produjo la extinción catastrófica», añade el autor principal, Jeroen van der Lubbe, de la VU de Ámsterdam.

Los escáneres de rayos X también mostraron la distribución, las formas y los tamaños de las células óseas, que se sabe que también fluctúan con las estaciones.

«En todos los peces estudiados, la densidad y los volúmenes de las células óseas pueden rastrearse a lo largo de varios años e indican si fue primavera, verano, otoño o invierno. Vimos que tanto la densidad celular como los volúmenes iban en aumento, pero no habían alcanzado el máximo durante el año de la muerte, lo que implica que el crecimiento se detuvo bruscamente en primavera», explica Dennis Voeten, investigador de la Universidad de Uppsala.

Paralelamente a los estudios de radiación de sincrotrón, el equipo llevó a cabo un análisis de isótopos de carbono para revelar el patrón de alimentación anual de un pez. La disponibilidad de zooplancton, su presa preferida, oscilaba estacionalmente y alcanzaba un máximo en verano.

Este aumento temporal del zooplancton ingerido enriqueció el esqueleto del pez con el isótopo de carbono 13C, más pesado, en relación con el isótopo de carbono 12C, más ligero.

«La señal de isótopos de carbono en el registro de crecimiento de este desafortunado pez espátula confirma que la temporada de alimentación aún no había llegado al clímax: la muerte llegó en primavera», afirma During.

Según los científicos, estos hallazgos ayudarán a futuras investigaciones sobre la selectividad de la extinción masiva: en el hemisferio norte, era primavera y, por tanto, los ciclos de reproducción de los organismos estaban comenzando, para luego detenerse abruptamente. En cambio, en el hemisferio sur era otoño y muchos organismos se preparaban para el invierno.

En general, se sabe que los organismos que estaban expuestos morían prácticamente de inmediato. Así que los que se refugiaban en cuevas o madrigueras porque estaban hibernando tenían muchas más probabilidades de sobrevivir en el Paleógeno.

«Nuestros resultados ayudarán a descubrir por qué la mayoría de los dinosaurios murieron mientras que las aves y los primeros mamíferos lograron evadir la extinción», concluye During.

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