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El nuevo plan de Maduro para combatir la hiperinflación: mucho ruido y pocas nueces

El 18 de agosto pasado la posibilidad de un golpe de timón en la política económica en Venezuela mejoró -al menos por unas horas- las expectativas sobre el futuro de la calamitosa economía del país sudamericano, aquejado por un proceso de destrucción del Producto Interior Bruto (45% ha desaparecido desde 2015), y por la única hiperinflación del planeta (46.305% en junio pasado).

En lo que atañe a España, el efecto de la debacle venezolana se plasma en una sustancial reducción del comercio bilateral de 83%;  al pasar de 2.893 millones de euros (exportaciones más  importaciones) en 2012 a tan solo 491 millones en 2017, según datos del Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX). En general, la inestabilidad económica venezolana ha afectado, a veces con impactos bursátiles, las cifras globales de multinacionales españolas como Telefónica, BBVA, y Repsol.

El nuevo plan del Presidente Nicolás Maduro sorprendió al mercado por contener medidas que reflejan una aparente moderación del radicalismo del sucesor de Hugo Chávez. En particular, destaca el anuncio de “eliminar la emisión de dinero inorgánico (impresión de dinero sin control)” y “llevar el déficit (fiscal) a cero”, uno de los mantras neo-liberales del que el gobierno bolivariano siempre ha abjurado. Para contribuir a cumplir con esta meta, el Gobierno además planea sustanciales aumentos de los impuestos.

Sin embargo, tal vez la medida más llamativa ha sido la llamada “reconversión monetaria” que elimina 5 ceros al Bolívar  actual y crea el “Petro” como nueva unidad de cuenta (si bien el Bolívar seguirá siendo la moneda de curso legal);  este último eventualmente estaría atado al precio del barril de petróleo. De momento, el Gobierno ha fijado el valor de un Petro en 60 dólares con el fin de “anclar” las expectativas inflacionarias y reducir de una vez por todas la inflación.

Sin embargo, analistas como Rafael Olivares, de la firma local Ecoprofit, aseguran que el plan fracasaría en su objetivo de eliminar la hiperinflación, debido a que “crear una nueva ‘moneda-ancla’ solo funciona si se eliminan todas las fuentes de inflación que el propio gobierno genera”. Paradójicamente, el gobierno también ha anunciado un inédito aumento del salario mínimo de 5.900% y nuevos subsidios que no serían “compatibles con el anuncio de reducir la emisión de dinero y llevar el déficit a cero”, según Olivares.

La creación de una nueva moneda es una de las medidas a las que han recurrido otros gobiernos de América Latina que en el pasado han logrado controlar inflaciones desbordadas. Olivares refiere el caso de Brasil bajo la presidencia de Itamar Franco. En 1993 el Gobierno de Brasil “crea el Real como unidad de cuenta manteniendo el Cruzeiro -la moneda vigente entonces- en el contexto de un plan coherente que incluía disciplina fiscal y apoyo financiero de los multilaterales”. Por contra, Maduro “se niega a recurrir al Fondo por razones ideológicas” y su “promesa de eliminar el déficit no es creíble cuando dices que vas a multiplicar por 50 el salario mínimo; un gobierno quebrado solo puede hacer esto emitiendo más dinero” sentencia Olivares.

Para José Carlos Diez, Profesor en la Universidad de Alcalá, “el problema de fondo sigue siendo la caída de ingresos de dólares derivados del petróleo”, que frente a la “ausencia de acceso a los mercados financieros ha sido financiado aumentando el dinero en circulación que ha provocado la hiperinflación”. Diez destaca además un daño colateral del plan: la “intensa subida de impuestos afectará negativamente a la inversión privada  y el empleo, ya en mínimos”; esto a su vez –afirma Diez- elevará el déficit, con lo cual la emisión descontrolada de dinero continuará, prologando el círculo vicioso que perpetúa actualmente la hiperinflación.

El catedrático considera que “la prioridad a corto plazo es aumentar la producción de petróleo para aprovechar los elevados precios de éste” y así aumentar los ingresos públicos y reducir con ello el déficit. En cuanto al anclaje de las expectativas inflacionistas Diez coincide en que este requiere “una política monetaria estable y creíble”, es decir: parar la maquina de imprimir  dinero.

Para las multinacionales españolas este entorno de precios creciendo a toda velocidad (el Fondo Monetario pronostica que la inflación cerrará el año en 1.000.000%), combinado con la imposibilidad de “repatriar” sus beneficios en euros, supone a juicio de Olivares “un verdadero dilema”. “Seguir aguantando a que cambie el panorama, reduciendo el tamaño de su negocio al mínimo y soportando las pérdidas; o simplemente irse del país”. Esta última opción es igualmente costosa, pues en la mayoría de los casos implicaría “desprenderse de un inventario de activos (fábricas, equipos y activos intangibles como la lealtad de marca) que han tomado décadas para formarse”.

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