Richard Gere interpretó al magnate Robert Miller en «El Fraude» e Iñaki Urdangarín interpreta al díscolo de la familia más mediática de España. La ficción, a veces, no cuenta más que realidades, aunque con actores estupendos y atractivos.
La infanta Cristina comparecerá a partir de las 10 de la mañana en los juzgados de Palma de Mallorca. Está acusada de fraude fiscal y blanqueo de capitales en el marco del Caso Nóos y defenderá ante el juez José Castro su inocencia y su actividad en la empresa Aizoon que comparte a partes iguales con su marido, Urdangarín. Según se ha adelantado en varios medios de comunicación, la defensa de la infanta se basará prácticamente en decir que tenía plena confianza en su marido y desconocía que hubiera una presunta trama de defraudación de fondos públicos. El abogado de la infanta Jesús María Silva cree que los españoles van a ver que Doña Cristina es inocente tan pronto como lo explique. La pregunta es: ¿Por qué no lo ha hecho antes? Y es que esta confianza ciega de mujer enamorada ha sido usada en el cine para contar historias donde la apariencia de perfección y el fraude se dan la mano. Incluso cuando esto significa la deslealtad y el engaño. Todos los ingredientes de una cinta nominada a los Globos de Oro.
Cuando la hija del Rey se casó con Urdangarín en Barcelona, plenamente enamorados (al menos lo parecía) y luego comenzaron a tener descendencia, la pareja nos parecía idílica. Él, galante y deportista y ella, hija de Reyes. Todo parecía perfecto, no solamente su aspecto y apariencia, sino sus ingresos económicos. La infanta, al igual que su hermana Doña Elena, tenía una asignación en la Casa Real llegados de los Presupuestos Generales del Estado. La historia de Miller es algo parecida, es un multimillonario (con la vida solucionada) que está casado con una dulce esposa llamada Ellen con la que tiene una hija, Brooke, que será la heredera de su empresa. Miller va con su esposa a todas partes, pero lo que en realidad tiene cociendo es un fraude fiscal a las espaldas de su hija. Guapo, alto, rico y con una esposa e hija elegantes de cuentas saneadas. O eso creía Brooke.
Pero la frase de «la perfección no existe» vuelve a cumplir sus profecías. Miller tiene que responder ante la justicia por estafa y su mujer, Ellen está más enterada de lo que en un principio podría parecer. La magia se rompió. Los Duques de Palma tienen que enfrentarse ahora a con su pasado, sus acciones y su moral, puesta demasiado en entredicho. Y es que al final siempre hay inocentes y culpables, lo difícil es saber quien es quien.