Los expertos apuntan a una necesaria «variación» de impuestos
«La situación actual es evidentemente mejor pero se están generando distorsiones que pueden afectar a que el crecimiento no sea sostenible». Así introducía José Ignacio Conde-Ruíz su ponencia sobre «Los retos de la economía española», durante el XXVIII curso de Economía de la Apie (Asociación de Periodistas de Información Económica). En concreto son cuatro los desequilibrios que podrían dar al traste con las ilusiones de un motor europeo de recuperación con sello made in spain: un mercado laboral dual, una crisis fiscal no resuelta, los problemas de deuda externa y un crecimiento no inclusivo.
Medidas como, entre otras, el Programa de Activación para el Empleo cuyo objetivo es fomentar la contratación de parados de larga duración, no son suficientes para empezar a soltar el lastre de los más de 2,3 millones de aquellos que llevan más de 12 meses en la cola del paro. Al igual que tampoco lo son el centenar de iniciativas que se recogen en la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven, orientadas a incorporar al mercado laboral a los menores de 25 años. Ambas limitaciones «nos acompañarán en los próximos años», afirmó el economista. Y en el ámbito del empleo, no serán las únicas, ya que la tendencia es que la temporalidad «volverá aumentar».
La conjunción de ambas coyunturas calificadas de «problemas estructurales» se han convertido en el principal rompecabezas del Gobierno, que a pesar de los aparentemente buenos resultados que han arrojado «los parches» no consiguen levantar la tasa de empleo de España, «extremadamente baja» y varios puntos inferior a la media europea.
El segundo de los desequilibrios se refiere a la incertidumbre de un sistema impositivo «muy ineficiente» por haberse asociado a un modelo productivo basado en la construcción. La recaudación de impuestos suponen el 38 por ciento del PIB (Producto Interior Bruto) de España mientras que el gasto asciende al 44 por ciento. Seis puntos por encima con los que es casi inviable garantizar la cobertura de las pensiones a futuro. Por tanto, he aquí la justificación a las cada vez más insistentes demandas de Bruselas de incrementar los impuestos. Demandas que, por el momento, están siendo desatendidas -que no desoídas- por el Ejecutivo de Rajoy, primero por no ser de gusto del electorado y segundo por no verse todo el color necesario de una incierta recuperación del consumo, las familias y la economía real.
El espejismo del sector exterior
A perro flaco todo son pulgas. Y la economía española está de todo menos oronda, así que a las inseguridades de empleo y fisco se le ha sumado una deuda neta con el exterior del 95 por ciento. Muestra, además, de que el sector exterior se está agotando. Es decir, el crecimiento de las exportaciones y de las inversiones españolas en mercados allén de nuestras fronteras se puede quedar sólo en el espejismo de lo que pudo ser y no fue.
Bien es cierto que la demanda de bienes de equipo se ha incrementado, posiblemente para dar respuesta a la demanda interna y externa, pero la incertidumbre ahí queda y nuestro país necesita un verdadero cambio en el modelo productivo. Un modelo basado en la industria y en el que el índice de competitividad – precio no esté vinculado con los ajustes salariales sino con la calidad, la innovación y el desarrollo, y que además contribuiría a minimizar el riesgo de desigualdad de el que se ha convertido en el cuatro gran reto de la economía española, «una recuperación no inclusiva que a la larga generará inestabilidad social» y un aumento de la economía informal. En definitiva si como decía Julio Iglesias «la vida sigue igual», los españoles nos tendremos que enfrentar a más reformas estructurales o lo que es lo mismo, más ajustes.