El rey Carlos III ha completado este miércoles su segunda coronación, en esta ocasión en Escocia, en una simbólica ceremonia en la que se han expuesto ante él algunos de los emblemas históricos de la Casa Real y que, en las inmediaciones, se ha visto salpicada por protestas de grupos que han exhibido pancartas contra la monarquía.
La catedral de Edimburgo ha acogido la ceremonia, a la que han asistido también la reina Camila y el principal heredero al trono, el príncipe Guillermo, acompañado de su mujer. En esta ocasión, en los actos no ha participado el hijo menor de Carlos III, el príncipe Enrique, que vive en Estados Unidos alejado de las obligaciones de la familia real.
Como ocurriese en los actos organizados en Londres el 6 de mayo, en los de Edimburgo ha habido presencia política –el ministro principal escocés, Humza Yousaf, ha realizado una de las lecturas en la misa–, pero el protagonismo ha sido para el monarca, que ha recibido una espada, un cetro y la corona que portó María I de Escocia en el año 1543. Una salva de 21 disparos ha servido de colofón a la cita.
Miles de personas se han concentrado en las calles de la capital de Escocia para ser testigos del acontecimiento, si bien también ha habido protestas antimonárquicas a lo largo del recorrido seguido por los reyes y frente al Parlamento. «No es mi rey», rezaban algunas de las pancartas mostradas en estas concentración, que han transcurrido sin incidentes.
Escocia, gobernada por un partido independentista, es también el lugar donde falleció en septiembre de 2022 la reina Isabel II, que pasó sus últimas semanas de vida en el castillo de Balmoral.