Estrasburgo es sede de más de 20 instituciones de la Unión Europea. Pero más allá de ser un epicentro político, la ciudad y su región (al noroeste de Francia) es destino turístico por su historia, su catedral y la belleza de sus alrededores.
Es epicentro histórico de comunicaciones, sede de más de veinte instituciones comunitarias y punto desde el que conocer esa región de Alsacia en el noreste de Francia, rica en naturaleza, color y manifestaciones culturales y artísticas: Estrasburgo.
Los turistas que llegan a Estrasburgo reiteran su sorpresa por encontrarse con una ciudad bella, acogedora y deslumbrante, más allá de la constante referencia por ser una de las tres sedes del Parlamento Europeo (Bruselas y Luxemburgo son las otras dos) y acoger el Consejo de Europa y el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos.
Además de su privilegiada ubicación, fronteriza con Alemania, a pocos minutos de una de las zonas alemanas de mayor belleza, la Selva Negra, y muy cerca de Suiza, a una hora en coche de Basilea, Estrasburgo acoge innumerables encantos y motivos para ser visitada.
Patrimonio de la Humanidad
Con poco más de 250.000 habitantes, su centro histórico es Patrimonio Mundial de la Unesco, presidido por su majestuosa catedral (Notre-Dame) de arenisca rosa, que le da un peculiar color ya sea de día o de noche. Obra maestra de arte gótico, definida por el dramaturgo francés Víctor Hugo como “un prodigio de grandeza y delicadeza”, para contemplarla le llevará bastantes horas y para fotografiar su imponente fachada deberá portar un gran angular para captar toda su dimensión, entre ellos sus 142 metros de altura de su aguja, hasta el siglo XIX el edificio más alto de toda la cristiandad.
Si la vida de Estrasburgo está condicionada por su catedral, también hay otros imperdibles difícilmente evitables. Entre ellos, el animado barrio de La Petite France, el más pintoresco de la ciudad, repleto de restaurantes y tiendas donde antiguamente vivían los pescadores, molineros y curtidores, y donde actualmente destacan sus magníficas casas, decoradas con entramados de madera y repletas de flores. Una estampa muy conocida de Estrasburgo que realza su belleza al reflejarse sobre las aguas del río III –afluente del Rin- que rodea la ciudad. Una forma especial de contemplar la hermosura de esta urbe es subirse a uno de los barcos turísticos y navegar por sus canales, ver el atractivo de sus numerosos puentes y enterarse del funcionamiento de su sistema de esclusas. Ya en tierra, es la ocasión de disfrutar de su gastronomía, especialmente del paté y del chocolate, y sus vinos, muy populares en esta zona.
Los alrededores de Estrasburgo ofrecen numerosas ofertas para disfrutar de sus encantos, pueblos para admirar y paisajes para contemplar. Como posibilidades hay muchas, desde aquí ofrecemos una ruta por cuatro enclaves de estas latitudes que no decepcionarán a los turistas que los visiten.
Obernai es la primera parada al sur de Estrasburgo. A menos de 30 kilómetros de la gran urbe, esta localidad que apenas alcanza los 10.000 habitantes es una gran oportunidad para adentrarse en sus agradables callejuelas, todas ellas de gran colorido y ornamentación, para alcanzar su impresionante iglesia de San Pedro y San Pablo, que por su color rojizo recuerda a la catedral de Estrasburgo, salvando las distancias y dimensiones de ésta. Una visita obligatoria en esta villa es la plaza del Mercado, centro neurálgico, donde en uno de sus lados se ubica el Pozo de los seis Cubos, que data de 1579.
Tras dejar Obernai, cualquier guía turística recomendaría visitar la localidad de Riquewihr, 45 kilómetros al sur, una sugerencia de la que no se arrepentirá ningún viajero. En Riquewihr, la sensación que se tiene es de estar en un pueblo encantado, que según dicen los lugareños sirvió de inspiración a los creadores de Disney para ilustrar el pueblo de la protagonista de la conocida película “La Bella y la Bestia”.
Un recorrido por sus coloridas y adornadas refrescarán la memoria de quienes hayan visto el clásico de Disney e incluso imaginarse las bravuconadas de Gascón, el personaje que corteja a Bella.
La siguiente parada de nuestro recorrido nos deja en Colmar, un gran enclave de la alta Alsacia, conocida como la “pequeña Venecia” de Francia, debido a sus bellos canales y sus engaladas calles.
Colmar es uno de los mayores reclamos turísticos de estas zona. Cualquier día del año, esta localidad de 75.000 habitantes, recibe a miles de visitantes de todo el mundo advertidos que su ambiente medieval no les defraudará. Y así es. Caminar por sus calles, navegar por sus canales o saborear uno de sus particulares vinos es un plan que no debe perderse. A la llegada a esta ciudad, los visitantes serán recibidos por una replica de la Torre Eiffel, que recuerda que aquí nació su escultor, Frédéric Auguste Bartholdi. Quienes quieran conocer más acerca de este personaje y sus creaciones, pueden visitar la casa museo Bartholdi, que alberga una amplia colección de esculturas, dibujos, bocetos y objetos personajes.
Por último, nuestro recorrido acaba Eguisheim, a escasamente siete kilómetros de Colmar, un pequeño pueblo que rivaliza con Riquewihr porque sus lugareños también presumen de que sus calles inspiraron a los creadores de Disney para recrear el poblado de la protagonista de “La Bella y la Bestia”.
Además de sus coloridas y acogedoras calles, este pueblo es conocido por ser la cuna del papa León IX y donde degustar sus apetitosos vinos y ya de paso brindar por un viaje inolvidable.