La amarga ‘victoria’ de los demócratas frente a un Trump con todo en contra

El Partido Demócrata tenía las encuestas a su favor para dar carpetazo a cuatro años de Donald Trump. Sin embargo, el lento recuento de los votos de las presidenciales y el ajustado resultado en estados clave eclipsa la ventaja de Joe Biden, que ha visto cómo colectivos tradicionalmente demócratas no le han apoyado al nivel que se esperaba y que teme no contar con una mayoría afín en el Senado.

A falta de que concluya el recuento, Biden está considerado ya el candidato más votado de la historia de Estados Unidos, por encima del récord obtenido por su amigo Barack Obama en 2008. Si Obama obtuvo entonces casi 69,5 millones de sus conciudadanos, los datos de Biden ya se sitúan por encima de los 71,6 millones, según CNN.

Sin embargo, lo que parecía que iba a ser un paseo triunfal no ha sido tal, ya que Trump también ha mejorado sus datos de 2016, cuando logró casi 63 millones de votos. Ahora ya supera los 68 millones, por delante de los 65,8 que logró hace cuatro años la exsecretaria de Estado Hillary Clinton y de los 65,9 que obtuvo Obama para llegar a la Casa Blanca.

Los datos evidencian una creciente movilización social -la tasa de participación rondaría el 65 por ciento, la mayor desde 1908, según US Elections Project-, pero también que este arrastre no ha favorecido tan solo al candidato demócrata, ya que los simpatizantes de Trump han acudido igualmente de forma masiva a las urnas.

Asimismo, durante la noche electoral llegó a temerse que los sondeos volverían a fallar como ocurrió en 2016 con Clinton y Trump vencería de nuevo, después de que el actual presidente se impusiese en estados clave como Florida y de que el retraso en el recuento de papeletas, atribuido al masivo voto anticipado y por correo, dejase en el aire otras zonas como Michigan, Wisconsin o Pensilvania, con márgenes estrechos o incluso desfavorables para Biden.

El ex vicepresidente también se ha encontrado con un rival combativo, que lejos de reconocer la derrota o al menos apelar a la calma salió en la misma noche electoral para denunciar sin pruebas un fraude y reclamar la paralización del recuento de votos. Independientemente de lo que ocurra en las próximas horas, la victoria de Biden quedará marcada para siempre por la beligerancia de Trump.

LOS LATINOS, CADA VEZ MÁS REPARTIDOS

En pleno auge del movimiento ‘Black Lives Matter’ contra la brutalidad policial, Biden parecía haber perdido parte del empuje demócrata de la etapa Obama, aunque aún así ha arrasado entre la población afroamericana, obteniendo un nivel de apoyo del 87 por ciento, según sondeos a pie de urna publicados por ‘The Washington Post’. Entre las mujeres el dato se dispara aún más, hasta el 91 por ciento.

Sin embargo, el arrastre electoral demócrata no se ha extendido en la misma medida entre la comunidad latina, considerada ya la minoría más grande de Estados Unidos gracias a sus alrededor de 32 millones de potenciales votantes, donde el margen entre Biden y Trump se reduce a 34 puntos porcentuales, lo que le habría pasado factura en estados como Florida.

El dato no ha pasado desapercibido para figuras emergentes como Alexandra Ocasio-Cortez, que el martes revalidó su escaño en la Cámara de Representantes tras obtener casi el 69 por ciento de los votos. La misma noche electoral, Ocasio-Cortez hizo «sonar la alarma» en Twitter y recriminó las «vulnerabilidades» de su propio partido hacia la comunidad hispana: «Tenemos trabajo que hacer».

Las mujeres, por su parte, han apoyado mayoritariamente a Biden (13 puntos más que a Trump), mientras que el presidente ha demostrado que sigue siendo fuerte entre los blancos (15 puntos más) y entre quienes han votado teniendo como principales preocupaciones la economía o la inseguridad, grandes emblemas de la campaña republicana. El voto rural se ha decantado también del lado republicano.

EL REPARTO DEL CONGRESO

El delicado equilibrio de poderes en Estados Unidos dejará al próximo presidente a merced también de lo que ocurra en otros puntos de Washington, entre ellos el Tribunal Supremo, un órgano dominado por la vertiente conservadora después de que Trump haya logrado colocar en solo cuatro años a tres jueces que ostentarán sus respectivos cargos de forma vitalicia.

En el Congreso, el poder legislativo, el Partido Demócrata llegaba a estas elecciones con el reto de mantener el control de la Cámara de Representantes, algo que ‘a priori’ ha conseguido’, y recuperar la mayoría en el Senado, una hipótesis aún en el aire.

Con varios escaños aún por determinar y la posibilidad de que el reparto no concluya hasta enero, demócratas y republicanos están empatados a 47 senadores, según CNN. Sin el control del Senado, Biden vería muy limitado su margen legislativo, al contrario de lo que le ha ocurrido a Trump estos cuatro años.

«Si las matemáticas no me fallan, ganaremos Carolina del Norte y Maine y aún seré el coordinador ofensivo», celebró el miércoles Mitch McConnell, líder de la mayoría en esta última etapa republicana, según ‘The New York Times’. Si las matemáticas de McConnell se confirman, el gran derrotado sería Chuck Schumer, actualmente líder de la minoría demócrata.

En la Cámara de Representantes, los demócratas tienen asegurados 199 escaños, once más que los republicanos, y necesitan 19 más para alcanzar el umbral de la mayoría. La presidenta de este órgano, Nancy Pelosi, que ostenta el tercer cargo más importante de Estados Unidos por rango sucesorio, reconoció el miércoles en una carta a sus compañeros que habían sido unas elecciones «complicadas».

Al menos siete congresistas demócratas han perdido su asiento y la bancada es ahora aún más plural que antes, lo que obliga a Pelosi a no dar por sentado que haya un bloque homogéneo. De hecho, la Cámara de Representantes se ha convertido en altavoz de voces como Ocasio-Cortez, que reclaman un giro a la izquierda del partido.

«Una mayoría reducida complica todo», ha reconocido el congresista Gerald Connolly, temeroso entre otras cuestiones de que esta reconfiguración «amplifique» las voces de ciertos subgrupos y, por extensión, refuerza su capacidad para «reescribir, cambiar o reducir» propuestas, según la agencia Bloomberg.

La Cámara de Representantes también puede convertirse en arena de batalla por el liderazgo del Partido Demócrata, ya que Pelosi, de 80 años, encara su última etapa en este órgano legislativo y tiene previsto abandonar la presidencia en el año 2023.