Un equipo de investigadores de Japón ha descubierto las estrategia de supervivencia de los árboles de los bosques ante los fuertes vientos de los ciclones extremos, según publican en la revista
Los árboles de los bosques son propensos a sufrir daños por los fuertes vientos pero, a pesar de que los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes, los científicos no han comprendido del todo aun por qué algunos árboles resultan dañados y otros sobreviven.
El equipo de investigadores, dirigido por la doctora Kana Kamimura, de la Universidad de Shinshu, ha logrado obtener datos únicos cuando un bosque en el marco de un estudio en curso se vio afectado por el ciclón tropical de categoría 5 Trami en 2018, lo que les proporcionó información no documentada anteriormente: las respuestas dinámicas de los árboles dañados por el viento.
A medida que el clima cambie, se espera que los daños causados por el viento en los bosques no solo se produzcan en las actuales regiones afectadas por los ciclones tropicales, sino también en regiones mucho más amplias compuestas por árboles que nunca se han encontrado con condiciones tan extremas.
Se prevé que los ciclones tropicales se desplacen hacia el norte (en el hemisferio norte) y que su magnitud aumente. Para proteger mejor los bosques, que tienen un importante valor económico y para el bienestar del ecosistema al proporcionar recursos forestales, un lugar de ocio y sumideros de carbono, es preciso comprender mejor cómo sobreviven los árboles y los bosques a las condiciones meteorológicas extremas provocadas por el calentamiento global.
Cuando los árboles se encuentran con fuertes turbulencias de viento que superan su estabilidad, fracasan. Los fuertes vientos causan daños en los bosques, pero no todos los árboles son arrancados o partidos.
Hasta la fecha se creía que el mecanismo por el que fallan los árboles se debía simplemente a la presión ejercida por las turbulencias del viento sobre la copa, lo que provoca oscilaciones en el árbol; posteriormente, la tensión acumulada provoca el fallo del tronco o de la raíz. Este estudio es un paso sustancial para reducir la brecha entre la comprensión actual y los procesos reales de daño forestal por el viento.
Para este estudio se utilizaron dos parcelas en bosques plantados de sugi (‘Cryptomeria japonica’): parcelas sin entresacar que fueron el control y parcelas entresacadas que tienen una mayor distancia entre los árboles.
Los investigadores comprobaron que la parcela de control no presentaba daños, mientras que la parcela entresacada tenía algunos árboles dañados. Sin embargo, los árboles no dañados de la parcela se inclinaron y nunca volvieron a su posición vertical original. Todos los árboles de ambas parcelas deberían haber recibido una presión similar por la turbulencia del viento al mismo tiempo pero los árboles corriendo distinta suerte.
Los árboles de este estudio estaban equipados con sensores que monitorizaban las tensiones del tallo y la posición de las copas, así los investigadores pudieron recoger datos tanto de los árboles que sobrevivieron como de los que fracasaron.
Se analizaron las similitudes y diferencias de las oscilaciones de los árboles dentro y entre las distintas parcelas. Observando los datos de las oscilaciones de las copas de todos los árboles juntos, la doctora Kamimura se dio cuenta de que los árboles de la parcela de control se ayudaban mutuamente a liberar la fuerte presión aplastando con frecuencia sus copas, mientras que los árboles de las parcelas raleadas tenían que resistir individualmente la presión sin ninguna ayuda de los árboles vecinos, debido a la distancia entre los árboles.
En otras palabras, la parcela de control construyó su resistencia de forma conjunta y los árboles de la parcela entresacada tuvieron que resistir solos las fuertes presiones. Esto responde a la pregunta frecuentemente discutida de por qué los árboles de los bosques inmediatamente después del clareo son más vulnerables a los fuertes vientos.
El clareo hace que la distancia entre los árboles sea mayor, lo que transforma los bosques en un conjunto de árboles individuales al reducir la posibilidad de colisiones de las copas, que actúa como amortiguador de la transferencia de energía a las raíces.
El espaciado de los árboles cambia la probabilidad de supervivencia de los mismos debido a los diferentes niveles de apoyo que proporcionan los árboles vecinos. El espaciamiento de los árboles puede controlarse mediante la gestión forestal y así, el riesgo de daños forestales puede reducirse incluso en condiciones de cambio climático.
Los investigadores apuntan que si se siguen investigando diversos entornos forestales, se obtendrán más pistas sobre cómo han sobrevivido los bosques durante milenios y qué puede hacer la gente por los bosques en condiciones de cambio climático.