Hoy había una gran expectación tras la reunión del Eurogrupo en Bruselas para aprobar una prórroga del rescate a Grecia. A pesar de las reuniones previas y los contactos entre la Troika y el gobierno heleno, como se esperaba, no han dado sus frutos y se los ministros de la zona euro se han plantado ante el inmovilismo griego.
¿Qué podría pasar después de esta negativa a ampliar el rescate que finaliza el próximo 28 de febrero?
Como medida inmediata, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional dejarían de financiar a Grecia. Como consecuencia, el gobierno heleno no podría pagar los vencimientos de marzo y entraría en quiebra.
Esta decisión no sólo afectaría a las cuentas griegas. Todos los estados que tengan bonos griegos deberían provisionar esas pérdidas, por lo que los déficits de los estados se dispararían complicando sus economías.
En cuanto a los bancos, éstos también deberían hacer frente a esas pérdidas. Si Grecia se niega a aceptar la prórroga del Eurogrupo, los bancos europeos se verían afectados y también lo harían los estadounidenses que tienen depositados cerca de 15.000 millones de euros en deuda helena. De momento el pago más urgente son 9.000 millones al FMI y 6.700, ya en verano, al BCE.
El fin del programa de rescate, una vez que expire en la medianoche del 28 de febrero, es una línea roja para el Gobierno de Syriza, que demanda un acuerdo «puente» que lo sustituya de manera temporal, hasta que logre cerrar con sus acreedores un compromiso permanente de cara al verano.
El ejecutivo de Tsipras plantea que este acuerdo puente se financie a través del aumento de la subasta de Letras del Tesoro en 8.000 millones de euros -actualmente el límite es de 15.000 millones- y de los 1.900 millones que el Gobierno reclama al BCE, procedentes del rendimiento de los bonos griegos.
A partir de ahora se abre un periodo de negociación donde Bruselas y Atenas deben alcanzar un acuerdo satisfactorio para los intereses de la Unión y de los helenos.