«El origen de las historias es bastante incierto, a veces proviene de una imagen, otra vez de una anécdota o algo que cuentan». Ignacio Ferrando se enfrenta así a una nueva historia, algo que como nos cuenta viene unido a muchos dolores de cabeza.
«Hay que corregir, borrar y sobre todo tener una papelera muy grande», añade. Finalmente lo hizo y “La oscuridad” (su segunda novela) vio la luz esta primavera. La quinta en el caso del escritor Andrés Pascual. «El hecho de enfrentarte a una página en blanco es un crecimiento personal inmenso ya que durante años creces, te enamoras y sufres de la mano de los personajes», concluye.
Su última creación- Eden- es uno de los 105.000 títulos que se publican al año, una cifra que nos sitúa en el tercer puesto en producción de Europa (solo por detrás de Reino Unido e Italia). Llegar aquí sin embargo no es fácil.
Tras crear una historia, el escritor ha de ilusionar primero a un editor. «Recibimos unos 100 manuscritos al mes y editamos 40 al año. La respuesta más común que damos es no» explica Pilar Reyes, directora de Alfaguara. Pero si el escritor consigue el ansiado «sí», una de las responsabilidades del editor es hacer que llegue el título a las librerías.
Y aquí nos encontramos en un nuevo obstáculo en esta carrera. Así nos lo cuenta José Domingo Álvarez, editor de Atlantis. «El librero tiene la capacidad de decir que libros quiere y cuales no quiere, a veces los comerciales que presentan 30 títulos semanales al librero no consiguen su trabajo». Un oficio –el de librero- que Rodrigo Rivera (al frente de Lé) lleva desempeñando durante años con una gran sonrisa. «Es un oficio precioso, me encargo de unir al autor y al lector y estos días además es un placer sacar la librería a la calle».
La calle, o más concretamente el parque del Buen Retiro, es el que acoge este año 364 casetas que forman la Feria del libro. Una cita que nació en 1933 y que este año cuenta con el lema: «Deletrear el mundo». Y es que como dijo Gabriel García Márquez, uno de los homenajeados en esta edición ,»el deber de los escritores no es conservar el lenguaje sino abrirle camino en la historia». Que lo consigan o no, eso es ya cosa de los lectores.