La inversión de impacto, aquella que busca de forma intencional un retorno positivo medible en materia social y medioambiental junto al tradicional financiero, ha crecido exponencialmente en España en el último año desde los 90 millones de euros estimados durante 2018 hasta 229 millones el pasado ejercicio.
Son estimaciones de SpainNab, principal impulsor de esta corriente financiera en España, y que ha puesto cifras al compromiso este martes coincidiendo con unas jornadas donde persigue estimular a todo el ecosistema inversor, privado y público, filantrópico e, incluso, a la sociedad, a avanzar en un desarrollo al que ve mucho más sentido a raíz de la actual crisis.
Se trata de la versión más evolucionada y comprometida de la originaria responsabilidad social corporativa, según explican a Servimedia el presidente de SpainNAB y director general ejecutivo de Caixabank Asset Management, Juan Bernal, y el director de SpainNAB, José Luis Ruiz de Munain.
En un primer estadio las empresas avanzaron hacia un modelo de responsabilidad social corporativa dentro de la organización y con la sociedad donde se desarrollaban con la pretensión de no perjudicar a sus ‘stackeholders’. Su apuesta evolucionaría hacia la adopción de políticas de inversión socialmente responsable donde ya comprometían recursos a proyectos definidos para favorecer ciertos objetivos y donde la ONU acuñó “una herramienta muy poderosa que fueron los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, que “han permitido hablar un idioma común a muchos países y a muchos inversores y a muchos generadores de inversión” pudiendo “focalizar y centralizar” las metas claras, explica Juan Bernal.
La inversión de impacto es una vuelta de tuerca en el compromiso o ir más allá aún: “Ser absolutamente conscientes de dónde estamos invirtiendo, de lo que queremos generar con esa inversión y además medirlo. Esa es la clave final: La gran diferencia con todas las anteriores es la medición”, indica Bernal, detallando que esta apuesta introduce dentro del tradicional “binomio rentabilidad-riesgo” la medición de qué se consigue realmente en favor de la sociedad o el medio ambiente.
Se busca, en última instancia, ponerle números “dentro de unas cuentas anuales de una compañía a cuál es su impacto real en el entorno, en la sociedad y en los proyectos. Un inversor, un accionista de esa compañía o un consumidor va a tener acceso a esta información y va a saber que consumiendo, comprando o invirtiendo en una serie de productos está colaborando de una manera concreta, medible y en euros”, agrega.
“No se trata solo de evitar daños o cuidar de nuestra sociedad, sino que busca además generar un impacto positivo para dar soluciones a los retos sociales y medioambientales, y ser capaz de cuantificarlo. El sueño que tenemos todos es que, en el futuro, aquellas empresas que generen ese impacto positivo son las que serán mejor valoradas por el mercado y por el consumidor y por lo tanto serán las más competitivas y las más exitosas”, subraya a su vez el director de SpainNAB.
PROYECTO DEL G-8 NACIDO EN EL 2013
La intención de esta apuesta es diáfana y crece a pasos agigantados a nivel mundial, pese a lo joven del proyecto. Sus raíces prenden en la constitución del grupo de trabajo mundial para la inversión de impacto social Global Steering Group for Impact Investment (GSG) en el 2013 por parte del G8 y que persigue la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU mediante el fomento de las inversiones de impacto.
España arrancó el proceso para adherirse al mismo en mayo del 2018 cuando Eurocapital EAF, Open Value Foundation y UnLtd Spain crearon Foro Impacto, con intención de aglutinar y cohesionar a la comunidad inversora, tercer sector, Administraciones Públicas, las empresas y la ciudadanía en general para impulsar esta nueva economía.
Su trabajo cuajó con la incorporación de España al GSG en junio del 2019, asumiendo el papel de secretaria técnica del GSG en España SpainNAB. Sus comisiones técnicas sobre Oferta, Demanda e Intermediación del Grupo de Trabajo fueron patrocinadas respectivamente por Robeco AM, BBK y EY; y cuentan con socios y colaboradores como Gawa Capital, Ship2b y Creas, Cuatrecasas, Kreab, Red2Red y Esade.
Spain NAB es el órgano consultivo, de carácter independiente e intersectorial, que representa a España ante el GSG, y está formado por altos responsables y expertos del sector privado, financiero y tercer sector, y cuenta con 16 grandes compañías asociados entre las que figuran la Fundación ONCE, Caixabank, Fundación Repsol, Arcano Partners o Fundación Cotec.
En la última jornada anual celebrada hace unos días por el GSG se conectaron grandes responsables y líderes de 60 países. España fue el país número 23 en adherirse al proyecto GSG que busca incentivar la inversión de impacto a escala mundial hace algo más de un año, y su red alcanza ya los 32 países.
“Hemos entrado tarde, pero estamos cogiendo mucha velocidad y además creo que hemos sido un caso de éxito porque hemos generado un movimiento de una comunidad muy potente”, explica José Luis Ruiz de Munain, quien se confiesa “muy optimista” sobre el desempeño futuro.
Para lograr entrar, el Foro de Impacto tuvo que efectuar un esfuerzo importante defendiendo la candidatura con una documentación prolija “con mucha materia gris detrás, con un análisis muy potente de la situación de la economía española, de la situación de la sociedad, de la situación de la economía de impacto” para trazar un mapa del punto de partida para “establecer la referencia de dónde estás para saber dónde quieres ir y cuál va a ser camino”, explica Bernal.
CUATRIPLICAR LA INVERSIÓN DEL 2018
Los trabajos, elaborados con la contribución de más de 70 inversores, cifraron la inversión en 2018 en 90 millones y SpainNAB se impuso el objetivo de cuatriplicar la cuantía para llegar a los 360 millones en el año 2021, explican ambos ejecutivos.
Su consecución la trazaron a través de un plan de acción consistente en varias recomendaciones como estimular la demanda de capital de impacto a través de la gran empresa, pyme y alianzas de incubadoras y aceleradoras de emprendedores; la movilización de fondos públicos y filantrópicos que atraigan y catalicen inversión privada; la promoción de los Contratos de Impacto Social (CIS) para impulsar la innovación social; y la generación de conocimiento académico sobre esta corriente financiera.
Para fijar rutas se han estudiado “las pautas” también “de lo que ha sucedido en Portugal, en Francia, en Italia, en Alemania”, revela el director de SpainNAB, quien se declara convencido de que una de las claves a futuro puede venir de la mano de la colaboración público-privada. “Hemos hecho el análisis de Portugal, Francia, Reino Unido, donde ha habido una colaboración público-privada muy potente” que ha “movilizado una cantidad de recursos muy importantes”, añade, indicando que tales proyectos alcanzan los 180 millones de euros en Portugal, los 150 millones en Francia o 600 millones en Reino Unido, a través de “grandes fondos mayoristas que son tractores de toda esta economía y de inversión de impacto a través de una estrategia muy clara donde el sector público cataliza y moviliza, apalanca la llegada de mayor capital privado”.
“Esto es un objetivo también que SpainNAB tiene, evidentemente, a largo plazo, pero que pensamos que es fundamental para llevar y movilizar básicamente para cambiar la economía y realmente conseguir esa economía de impacto donde todos cuentan y donde no queremos simplemente acotarla a la inversión sino en términos globales de economía”, añade, desvelando que ya se han producido algunos contactos iniciales positivos con organismos como el ICO, Enisa o AECID.
“Creo que lo importante no es solo ver donde estamos hoy, sino de dónde venimos en la historia de la inversión de impacto porque en solo cinco años se ha conseguido movilizar a 715.000 millones de dólares dedicados a la inversión de impacto a escala mundial”, apunta Bernal, subrayando que en el arranque del proyecto en el 2013 eran apenas 112.000 millones.
Con las jornadas de estos días quieren compartir la ruta y sus objetivos y “llevar a contraste” con todo el ecosistema para verificar “que efectivamente estamos yendo por el buen camino. Si hay que rectificar algo, si hay que mejorarlo, si hay que empujarlo”, explica el director de SpainNAB.
Para su presidente, la crisis sanitaria puede servir de catalizador: “Nos encontramos con que la economía de impacto es una herramienta muy potente para salir de esta situación y con que la reconversión que tenemos que hacer de nuestro modelo económico a futuro puede encontrarse en un punto de inflexión que se ha creado mucho con la pandemia”, estima.