No es fácil que unos andamios se instalen en el imaginario colectivo de una nación. Pero Bélgica lo ha conseguido. Los hierros que sujetan el Palacio de Justicia de Bruselas pertenecen ya a la historia del país, tanto como los solemnes muros a los que están anclados desde hace cuatro décadas.
Los belgas menores de 40 años no recuerdan haber visto desnudas las fachadas del templo judicial de la capital del reino, y no saben si lo contemplarán restaurado antes de morir. Suponiendo que no hubiera más demoras, se habla de 2040 para acabar la renovación.