A los marroquies se la pela

Se la pela. Así, con esas tres palabras tan breves y de contenido tan soez, se describe sin ningún atisbo de dudas lo que se les pasa a los responsables de Interior por la cabeza, por la muerte de 15 marroquíes en el agua. Como si hubieran sido 150. A ellos, directamente, se la pela. Les da igual. Mala suerte. Ajo y agua.

Lo que les importa, y eso sí que les importa mucho y para eso sí que corren a fabricar verdades, como en los mejores pasajes de la novela 1984 de George Orwell, es el impacto que ello pueda tener en su carrera política. Es decir, en su vocación por seguir chupando del bote. Porque a ese número uno, a ese número dos, y a todos los pelotas y correveidiles que les rodean, les da igual mostrar 12 conversaciones de las 96 que dicen que hubo, o mostrar imágenes de cámaras a 5 kilómetros del lugar de los hechos. Y a todos esos, señores míos, los pagamos usted, yo, y quien hace posible que esta texto se lea ahora impreso en tinta digital. Es decir, todos. Les hayamos votado o no.

Pagamos con nuestros impuestos su aprecio al sillón oficial, que tiene el mismo rango jerárquico que su desprecio por la vida humana. No cobran por protegerlas, sino por disfrazar su lamentable pérdida, que a lo mejor hasta no es tan lamentable, porque los marroquíes, a diferencia de los turistas ricos, sean blancos, negros, morunos, amarillos o mafiosos, son unos pobres diablos que mejor estarían en una cámara de gas, sino fuera porque las cámaras de gas, desde que a Adolfo se le fue la mano, ya no son mediáticas y a ver cómo las iban a vender. Pero eso es lo único que les importa. Lo demás, ya les digo, se la pela.

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