El artista Miquel Barceló inaugura su exposición ‘Kiwayu’ en la madrileña galería Elvira González reconociendo que «siempre» ha pintado «en tiempos de guerra», en respuesta a si la actual invasión de Ucrania ha influido de alguna manera en su nueva obra.
«Si lo pienso bien, siempre he pintado en tiempos de guerra. Cuando hice la obra en la Catedral de Palma, estaba lo de Irak; y cuando he pintado en Mali, es un sitio que ha estado en guerra durante años: allí también ocurre que es un conflicto con armas pagadas por nosotros, como ahora en Ucrania», ha lamentado el pintor mallorquín durante la presentación de la muestra.
«Es algo doloroso, pero no deja de ser una constante en el tiempo», ha señalado Barceló, quien en esta exposición reconoce haber vuelto en cierta manera al artista de los principios. «Hay mucho autorretrato, y es que cada vez que estoy en crisis vuelvo a ello para saber quién soy. Y estoy en crisis casi toda mi vida, es algo recurrente», ha comentado con humor.
Autorretratos –con una suerte de testículos pintados de azul «a semejanza de los monos» africanos–, cerámicas de medio tamaño o acuarelas con la temática marina habitual son algunas de las obras que pueden verse en ‘Kiwayu’, todas ellas creadas durante la pandemia entre la isla homónima del archipiélago de Lamu (Kenia).
Barceló ha explicado que su estancia en esta isla ha sido «un pequeño accidente», puesto que sus lugares de residencia habituales pasan desde París hasta Kenia, para llegar a Mallorca –su lugar más habitual–. Al hablar de su modo de trabajo, ha usado la metáfora de la «inmersión en el mar».
«Bucear se parece a pintar, porque en cierta manera yo pinto cuadros en el suelo y hay inmersiones», ha afirmado Barceló, quien reconoce que estas acuarelas y cerámicas fueron hechas en un momento complicado. «Tras dos años de pandemia, decidí irme unos meses a cambiar de aires, pasar tiempo nadando y pintando. Tenía también problemas personales y en mi taller siento como si estuviera debajo del agua», ha reconocido.
El resultado son unas pinturas coloristas –más coloristas de lo habitual– que el autor no atribuye a una mejora de su estado anímico. «Ojalá fuera porque soy más optimista, pero esto no tiene nada que ver. Es curioso ver hasta qué punto el aspecto de las obras nos representa. Yo casi nunca consigo lo que había intentado», ha comentado con humor.
El pintor reconoce que está en un punto de «desaprendizaje» en el que no debe «tener miedo a captar todas las contradicciones». «Al igual que la poesía, la pintura tiene ese punto de desaprendizaje: en mi caso, estuve una semana en la escuela de Bellas Artes y me ha costado casi 40 años desaprender», ha ironizado.
Barceló, quien no descarta pasarse a la obra digital en algún momento –«ser primitivo no tiene nada que ver con la herramienta que usas», ha afirmado–, ya está inmerso en su nuevo proyecto: unas cerámicas muy grandes que irán a parar a los jardines de un castillo en el Loira. De momento, la obra está parada por el problema en el suministro de materiales, pero espera tenerlas listas para la próxima primavera.