Un ejemplo de utilidad, como decimos, de este tipo de operaciones es la compra de una vivienda. Pongamos que queremos comprar una casa que nos cuesta 200.000 euros, y nosotros tenemos en la cuenta del banco 80,000 euros. Por lo tanto, nos acercamos al banco a pedir un crédito de 120 mil euros, que nos dan con un tipo de interés del 4% anual.
Dentro de un año vendemos esa casa que acabamos de comprar por 250.000 euros. Si la casa la hubiésemos comprado con fondos propios, es decir, no hubiésemos pedido dinero al banco, ganamos 50.000 euros, es decir, una rentabilidad del 25% en un año. Sin embargo, mediante el apalancamiento ganaremos un 56%. ¿Porqué? Sencillo.
Hemos vendido la casa por 250.000 euros. De esa cantidad hemos devuelto al banco el dinero prestado y sus intereses, en total, 124.800 euros. Teniendo en cuenta que nosotros habíamos puesto 80,000 euros, hemos ganado 45.200. Es decir, que habríamos ganado -como hemos dicho antes- un56%
Lo mismo ocurre con una empresa. Al no financiar las inversiones con fondos propios, los beneficios que se pueden recibir en función de lo invertido va a ser mayor, siempre y cuando el activo genere más activos que el costo de financiarse con fondos externos.
Ahora bien, en caso de que el activo no genere los beneficios esperados, podríamos tener dificultades para hacer frente a la devolución del crédito, con el consiguiente riesgo de tener que declararnos insolventes si la situación se complica. Aunque hay que tener en cuenta que -al igual que las ganancias pueden ser mayores- las pérdidas pueden atenuarse al repartir la inversión con el banco y, por lo tanto, al no asumir por completo el capital exigido para hacer la inversión.