Aunque un eventual contagio griego al resto de periféricos nunca queda descartado, el buen comportamiento de los países en los mercados registrado en las últimas semanas parece haber relajado la posición inicial de un efecto dominó comenzado desde Atenas.
La comisaria europea de Pesca, la griega Maria Damanaki, confirmaba – oficialmente – que parte del espectro económico – bancos y empresas – estaría preparándose para abandonar la moneda única. Es más, según Bloomberg, el primer ministro griego, Lucas Papademos, ha solicitado al ministerio de Finanzas que prepare un informe sobre las consecuencias de un default.
Si repasamos la hemeroteca, la semana pasada el primer ministro griego Lucas Papademos, amenazó con dimitir si los políticos no acentaban las medidas impuestas por los representantes de la troika (Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo), y que supondría un desbloqueo de las ayudas internacionales.
Esta primera señal comienza a replantear la pregunta, ¿Cómo afectaría a los socios europeos una salida de Grecia de la eurozona, especialmente a España? Lo cierto es que las últimas palabras que llegan desde el seno europeo se interpretan como una protección ante una eventual situación extraordinaria.
El portavoz del vicepresidente de la comisión Europea, ha confirmado que "nunca se ha eliminado el riesgo de contagio, siempre ha existido y aún existe". Es más Bruselas sigue insistiendo a España en que no se despiste y mantenga los esfuerzos y reformas, ayer lo dijo el portavoz de Asuntos económicos, Amadeu Altafaj al afirmar que “España debe poner en marcha las reformas prometidas, algo vital para devolver la confianza en la economía española”.
Para proteger a España, la UE nos mete prisa en los ajustes y reformas, al igual que hace con el resto de periféricos, a quién aplaude sus reformas – es el caso de Italia – argumentando las bajada de los tipos de interés que el mercado ha exigido en las últimas semanas tanto a España como a Italia para financiar su deuda pública.