118 años de tejidos encerados

Retrocedamos al año 1894, imaginemos que estamos en un pequeño puerto escocés lleno de marineros, un escenario perfecto para rodar un largometraje. Entre el bullicio del comercio mercante, encontramos el puesto de John,  un humilde vendedor de tejidos encerados para que la comunidad de pescadores se protegiera del frio. En pocos años se convertía en la empresa más importante de la costa noroeste, vendiendo no solo a marinos, también a gente del campo. Así, a principios del siglo XX la tela encerada “Beacon” (la primera marca de Barbour), funcional y resistente empezó a cobrar popularidad en toda Gran Bretaña. Un éxito que en poco tiempo cruzó todas las fronteras.

A partir de 1906 comenzó la gran expansión. Los hijos de John, socios a partes iguales vendían a Chile, Sudáfrica, Hong Kong, crearon una agencia de compras… Fue entonces cuando llegó la Primera Guerra Mundial. La demanda en el ejército de prendas enceradas era alta, y más teniendo en cuenta que buena parte de ella se libraba en zonas gélidas, Alemania, Rusia, Balcanes, todo ello contribuyó al crecimiento de Barbour.

Sin embargo la buena racha no duraría mucho, el crack del 29 afectó con fuerza. Sin embargo, en los años 30, Duncan Barbour, apasionado de las motos, introdujo en los años ’30 una gama de prendas destinada a los motoristas. Rápidamente consiguió consolidarse y propició que, a partir de 1936, estas prendas tan específicas fueran incorporadas como equipación oficial en cada uno de los equipos británicos. Tanto fue el éxito que durante la segunda guerra mundial, recibieron el encargo de diseñar el uniforme oficial de los numerosos vigilantes del puente de submarino de la Marina Militar Inglesa.

El siguiente punto de inflexión llegaba en 1968 con la llegada a la presidencia de Margaret Barbour, viuda de John Barbour. Impensable para su época pero en el fondo real. Ella lo tuvo muy claro. Un giro radical era necesario en la empresa de su difunto marido. Había que dejar atrás la línea empresarial y expandirse, no sólo a nivel geográfico sino también en cuanto a productos se refiere. Le basto su hija y unos cuantos años. El destino era la alta sociedad inglesa y la esperaban más de 40 países en todo el mundo. Cuando recayeron los elogios, ella los dirigía a su equipo, y así, se ha convertio en una mujer de negocios o, como dicen sus compatriotas, una “businesswoman”.
 
En ella, no faltan las preocupaciones, integrar las personas con discapacidad y el rol de la mujer en la sociedad actual todavía están pendientes en su agenda. En su día, ya le valió el reconocimiento de la empresa con el premio Nancy Barbour. Maestra de profesión pero mujer de negocios.

Y, como sucede en el séptimo arte, retemos al tiempo, nuestra mente sólo tiene que avanzar varios años para convertir ese negocio del mar, en una firma que esta presente en diversos continentes. En el camino sólo hemos dejado olvidado el secreto de su éxito, una calidad que se reside en el encerado de los productos. Es una historia de éxito, es una historia de calidad, es la historia de Barbour