Este mediodía se ha confirmado lo que era una noticia a voces. Rodrigo Rato se marcha de Bankia-BFA para dejar paso a un equipo de gestores, que estará encabezado por el ex Consejero Delegado de BBVA, José Ignacio Goirigolzarri. ¿Qué le lleva a tomar esta medida? La presión del Banco de España y del ministerio de Economía, para que ceda el control de la entidad, justo antes de que el FROB inyecte hasta 15.000 millones de euros en la entidad para intentar tapar el agujero inmobiliario –que se calcula es de unos 37.000 millones de euros-.
Pero la historia de Rato al frente de este barco que ahora hace aguas por todas partes, comienza allá por el año 2009. Por aquel entonces el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad de Madrid, estaban a la gresca para decidir quién debía ser el nuevo Presidente de la ya extinta Caja Madrid. Por aquel entonces el máximo dirigente era Miguel Blesa, que llevaba desde el año 1996, cuando fue nombrado por Alberto Ruiz Gallardón.
Las peleas internas del PP madrileño
Como suele ocurrir en estos casos, donde la política manda más de lo que debe, Gallardón y Aguirre se enzarzaron para intentar controlar la Caja madrileña. Así que la Presidenta Regional, que no estaba dispuesta a dejarse amedrentar, decidió presentar a su mano derecha: Ignacio González. A partir de ahí, una dura disputa interna en el PP madrileño, con recursos a la Justicia incluidos, que termina en una propuesta de consenso: Rodrigo Rato.
Una figura reconocida y respetada por el Partido Popular, pero que no terminaba de convencer ni al Partido Socialista, ni a los Sindicatos –que también tenían voz y voto-. Así que tras muchos dimes y diretes, finalmente el 28 de enero de 2010, Rato se hace con la presidencia de Caja Madrid. Una victoria por decisión unánime del Consejo de Administración, y también por mayoría de la Asamblea General de Accionistas de la entidad.
Rato –que llevaba como vicepresidente al socialista Virgilio Zapatero, asume una caja regional con un beneficio de 265 millones de euros en 2009 (-68,4%) y con una tasa de morosidad del 5,4%, fruto de los impagos de los más de 120.872 millones que tenía concedidos en créditos e hipotecas la caja madrileña.
Los primeros pasos de BFA
Así que con estos mimbres la crisis empieza a hacer mella en el sector financiero, y empieza a hablarse ya de la necesidad de reestructurarlo y de hacer entidades más grandes. En septiembre de 2010 Caja Madrid pasa a ser el eje central de la fusión de siete Cajas de Ahorro, que unió a la madrileña con Bancaja, Caja Insular de Canarias, Caja Ávila, Caixa Laietana, Caja Segovia y Caja Rioja. No se le escapa a nadie, desde luego, que esta unión tan “sui generis” responde a criterios meramente políticos. Como ha sido todo el proceso de fusiones bancarias.
Asistíamos al nacimiento de “todo un campeón nacional de la banca” que permitiría ganar dimensión y capitalización para tener una entidad grande y solvente. Un monstruo de más de 385.000 millones en activos, pero que tenía una difícil digestión por delante. A la ya elevada tasa de mora de Caja Madrid -5.4%-, le sumamos los más de 2.132 millones de euros que se sumó Bancaja en activos inmobiliarios por ejecuciones o canjes de deuda.
Eso sí, a cambio de esta unión podía acceder a unas ayudas del Estado por valor de 4.400 millones de euros, que diera lugar a su salvación, naciendo así el Banco Financiero y de Ahorro.
Así que piano piano, que Rato no es tonto, se da cuenta de cuál es su principal problema: el ladrillo. ¿Solución? Dividimos el negocio en dos, y nos olvidamos del problema. Creamos la marca comercial Bankia, con la que opera la entidad, libre de activos inmobiliarios, y dejamos BFA como matriz y ‘banco malo’ cargado de ladrillo.
La salida a bolsa
Cuestiones de la vida, el Gobierno y la Unión Europeo fueron endureciendo los requisitos de capital para las entidades financieras. Cada vez eran necesarias mayores provisiones, mayores ratios de capital, así que en 2011 Bankia se lanza a la aventura y protagoniza su salida a bolsa, con un precio de 3,75€/acción. Más de 3.000 millones de euros captaba el 20 de julio de 2011, superando los 1.795 millones que requería para alcanzar el CoreTier1 del 8% que le exigía el regulador.
A partir de aquí la cosas no fueron mucho mejor. Se descubría que el agujero de Bancaja era mayor del esperado. Que las cosas con el Banco de Valencia tampoco estaban claras, lo que provocaba la salida de José Luis Olivas –ex de la entidad regional valenciana- de Bankia, donde era Vicepresidente. Pero no sólo eso, es que los mercados no terminaban de creerse la situación del banco.
Mucho se ha esforzado Rato durante estos meses en asegurar la viabilidad de Bankia. Lo que era un secreto a voces, el se esforzaba en desmentirlo una y otra vez. Pero el mercado que es persistente, penalizaba una y otra vez la cotización en bolsa.
Se estrecha el cerco
Las sospechas sobre el banco estaban en todas partes. En el Banco de España, en el ministerio de Economía, en Europa, en Washington. Y con el cambio de Gobierno las cosas no hicieron sino empeorar. Luis de Guindos –consciente del problema- ha dado bastantes tiros de avisos por lo bajo a Rato para que tomara medidas, algo que no ha hecho.
De repente llegó el Fondo Monetario Internacional. En tan sólo unas líneas, muy sutiles, puso en el disparadero a Bankia. A partir de ese día los números rojos no han hecho nada más que cebarse con la entidad en los mercados. La lupa se ha focalizado sobre Bankia, hasta el punto de que el Gobernador Draghi, ha sido claro en su mensaje a España: “si tienen un problema con la banca, soluciónelo”. Y dicho y hecho. El Gobierno anunciaba para una semana después un nuevo plan de saneamiento al sistema financiero, Bankia incluida.
Y en esas estamos. Rato se marcha de Bankia, en un claro puente de plata, para no tener que cesarle una vez nacionalizada la entidad. Un banco con tan sólo dos años de vida, que nunca debió nacer pues todo el mundo sabía lo que contenía. Ahora sólo queda que hayamos aprendido la crisis: sumar no siempre implica crear algo bueno.