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Aten cabos y échense a temblar

A ver si lo he entendido, que creo que no porque el Altísimo no me hizo con el suficiente juicio. Pero les juro que pongo todo el empeño que tengo, y también el que no tengo. Y fruto de ese empeño me sale lo siguiente: las entidades financieras, así al batiburrillo y sin distinguir buenas, malas y sinvergüenzas, pidieron en el mes de mayo al Banco Central Europeo unos 230 mil millones de euros. Y se pretende que un rescate de 100 mil millones sea ahora mano de santo.

Ya, ya sé que no se pueden comparar. Que unas son operaciones a corto o cortísimo plazo y la que nos hace casi griegos, casi lusos y casi irlandeses, es a largo plazo y buscando recuperar el optimismo. Pero me es igual: si las operaciones a corto se han multiplicado es porque el sistema interbancario europeo no se fía un pelo de los nuestros. Imagínense si encima tenemos que pedir dinero para tapar agujeros y no sólo para operar en los mercados. Si ustedes fueran inversores y les sentasen frente a frente con Rajoy le espetarían, y con razón, “cuán largo me lo fiaís, caballero Mariano”.

 

Mientras, lo que demuestran estos mecanismos de depuración, si así se les puede llamar, es que en el ojo del huracán están las antiguas cajas. Y que estas han ido contagiando al resto. Y que en ellas se han adjudicado todo tipo de operaciones sin más control que la rentabilidad política. O la amistad política, es decir, la financiación. Lo demás es farfolla. Aten cabos, y échense a temblar.

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