Nicolas Sarkozy dejará el Elíseo tras perder las presidenciales francesas contra François Hollande. El socialista recupera la presidencia de la República tras 17 años de gobiernos conservadores, y con la promesa de devolver a Europa las políticas del crecimiento. El nuevo presidente francés tendrá ahora que lidiar con la canciller Merkel para intentar imponer sus tesis en Europa, y desde luego fácil no lo va a tener. Aunque en su tarea podrá contar con aliados tradicionalmente inesperados como Italia y España, a quienes una relajación en la política de austeridad podría venir como anillo al dedo.
Especialmente porque, si bien es cierto que la austeridad es necesaria, también es una realidad que hay que marcar objetivos realistas. Y aunque no parece que las políticas europeas vayan a cambiar en exceso, más allá de un maquillaje de texto en los acuerdos, el reordenar los objetivos para cumplir el déficit puede ser beneficioso. Los plazos para cumplir deben ser realistas, y ahí es donde ha fallado hasta ahora Europa. Los 17 del euro se miran como una zona de iguales y sin desequilibrios, sin tener en cuenta las características de cada uno. Y ese error es, precisamente, el que nos ha traído hasta una situación como la que estamos viviendo. Así que ahora es un buen momento para corregir errores.
Más preocupante es lo ocurrido en Grecia. Allí se ha impuesto el desencanto con los partidos tradicionales, que han impuesto la austeridad extrema bajo el mandato de Bruselas. El conservador Nueva Democracia se ha impuesto en los comicios, pero uniendo sus votos al socialista Pasok –que se queda como tercera fuerza- sólo llegan al 32% de los votos, insuficiente para formar un gobierno de coalición. Se abre, por tanto, un período de incertidumbre, pues tocará negociar con partidos de extrema izquierda y derecha contrarios a los recortes. Una fragmentación que demuestra la inestabilidad del país que, de no tener un gobierno en cinco semanas, podría verse abocado a repetir los comicios.